jueves, 13 de noviembre de 2014

"Genero, discapacidad y teletrabajo: a paradigmas nuevos soluciones nuevas"

Comparto el Ensayo con el que participé en el Congreso de Santa Marta, Colombia sobre Teletrabajo, al que no pude asistir debido a que en la Agencia de Viajes me pasaron dos precios diferentes, y en diez días aumentaron el pasaje en avión 1150 dolares. Me pasaron como presupuesto, 1050 dólares y, cuando fuí a pagarlo (con la tarjeta) al viaje completo, me re presupuestaron el viaje y pasó a costar 2250 dólares, en diez días aumentaron 1150 dolares. Y no me fue posible ir.
Cosas que hacen las Aerolíneas en un país subdesarrollado por que las dejan hacerlo...


"Género, discapacidad y teletrabajo: a paradigmas nuevos, soluciones nuevas"

AUTORA: Silvia Mirta Valori

1. Introducción

La naturaleza y la cultura. El sexo y el género.

Las palabras sexo y género tienen significados distintos: el sexo refiere a las características biológicas que traemos al nacer y que nos definen como un macho o una hembra, por lo tanto, el sexo pertenece al orden de la naturaleza.  
En tanto que el género es una construcción social, un producto de la cultura que establece qué es lo propio del varón y qué es lo propio de la mujer, y de las relaciones entre ambos. Y esto se aprende mediante los procesos de socialización implementados por las familias, las escuelas, las iglesias, los medios de comunicación y la comunidad toda.
El género se diferencia del sexo. Los atributos biológicos se vinculan con el sexo y las características culturales refieren al género.
Las sociedades consideran apropiadas a cada sexo ciertas conductas, en un momento histórico determinado. Y, a esas conductas y atributos se les asignan valores, oportunidades y jerarquías distintas.
El género es, por lo tanto, la construcción social que se transmite tomando como referencia las características biológicas, mediante la socialización a la que estamos sometidas todas las personas desde pequeñas, en la que intervienen los organismos e instituciones ya mencionadas.
La perspectiva de género es una herramienta de análisis que nos permite desentrañar las relaciones asimétricas de poder y desigualdad que existen entre varones y mujeres, en las cuáles las mujeres asumen una posición subordinada y  sus prácticas y proyectos son negativizados y desvalorizados.
Las relaciones entre los géneros varían de unas sociedades a otras y de un tiempo a otro, son históricas y, por lo tanto, modificables.
El proceso mediante el cual se asocia a las personas con características, expectativas, roles y oportunidades dependiendo de su sexo, así como el modo en que cada persona estructura su identidad, se llama construcción del género (1)
Aunque en América Latina se ha extendido y generalizado la utilización de la palabra género, su uso no es riguroso, lo cual no sólo produce confusiones sino que tiene implicaciones estratégicas que tienen que ver con la distribución del poder.
El nuevo concepto género permitió entender que no es la anatomía lo que posiciona a mujeres y hombres en ámbitos y jerarquías distintos, sino la simbolización que las sociedades hacen de ella.
El feminismo amplió el concepto de género como el conjunto de ideas sobre lo que “es propio” de los hombres y lo que “es propio” de las mujeres e investigó cómo estas ideas, instaladas y naturalizadas (consideradasnaturales”) por siglos y siglos, han conformado la tradición intelectual occidental y, por lo tanto, nuestros hábitos y costumbres.
La crítica feminista cuestiona los principios sexistas y androcéntricos (centrados en lo masculino) y utiliza la de- construcción para hacer una nueva investigación dirigida a desarmar los códigos patriarcales heredados y cuestionar las estructuras simbólicas que posibilitan y rigen las prácticas cotidianas probando que el género puede tomarse como razón explicativa de la desigualdad.
Entender cabalmente qué es el género y qué es la diferencia sexual sigue siendo fundamental para encontrar un concepto equilibrado acerca  de los seres humanos, indispensable para el avance de las sociedades en un marco democrático y equitativo y para lograr la participación y la verdadera igualdad de oportunidades y trato.

2. Desarrollo

Condicionamientos de género y pobreza.

  *  Según investigaciones, si se contabiliza el trabajo doméstico, las mujeres constituyen el 66% de la mano de obra mundial, y poseen el 1% de la riqueza producida.
  *  Las mujeres configuran el 70% de los pobres y más del 65% de los analfabetos del planeta.
  *  1.500 millones de personas en todo el mundo viven con un dólar o menos por día: la mayoría son mujeres.
  *  Las mujeres son minoría (8%) en la conducción de las instituciones de gobierno y las empresas. (1)
Es preciso observar el resultado de estas investigaciones para comprobar las excesivas desigualdades que aún persisten y reflexionar acerca de los roles subvalorados y subordinados que soportan las mujeres –y que perpetúan la discriminación de género – no sólo en Argentina y en América Latina, sino también en el resto del Mundo.
Es quizás ésta, la repuesta a una educación regida por un modelo patriarcal y, ¿porqué no también? por una supuesta “objetividad científica” que con su discurso de racionalidad, imparcialidad y universalidad han logrado imponerse desde épocas remotas.
Ha sido la propiedad privada el eje conductor del surgimiento y también el sostén de la estructura del poder patriarcal, lo que ha permitido la consolidación de relaciones jerárquicas rígidas que limitan las potencialidades y derechos del sexo femenino, cuyo “poder” fue reducido al área privada, más específicamente a la doméstica, a lo maternal y a los afectos, privándola del disfrute de la vida social, sexual, laboral, intelectual, entre otras restricciones. De esta manera, se impone en la historia de la humanidad una nueva forma de discriminación social. 

Es esta estructura de poder patriarcal que limita el compromiso y la acción política de las mujeres y trae como consecuencia, que las pocas veces que se comprometen y actúan (o que lo han hecho – y que consiguieron llegar a puestos de conducción y mando—) se hayan comportado como hombres y convertido en “mujeres masculinas” y, cuando se equivocaron, fueron tratadas con el mayor rigor y despiadadamente, como si los hombres no fallaran, como si hubieran errado o actuado desatinadamente por el sólo hecho de ser mujeres.
La escasa participación y ocupación por parte de las mujeres de los lugares de poder –y, en consecuencia, de los sitios donde se toman las decisiones— da como resultado que no existan casi programas, ni planes ni proyectos para lograr revertir esta situación discriminatoria.
Además, la mayoría de las mujeres que acceden a puestos jerárquicos y/ o de autoridad no son conscientes de la discriminación de género y, habitualmente se comportan como hombres o dicho de otra manera son “mujeres masculinas” y en ocasiones, más sexistas aún que los hombres mismos.
Esto debería hacernos reflexionar acerca de cómo posicionarnos dentro de las tensiones que surgen entre poder patriarcal, objetivismo científico y compromiso político.
Traemos un bagaje cultural que es pesado y gigantesco, que a lo largo de miles de años de subordinación y de ocupar esferas diferentes –las mujeres, el ámbito privado; los hombres, el ámbito público—ha permitido la subordinación al pensamiento científico de “objetividad” así como también al sistema patriarcal dominante, por lo que hará falta mucha pericia y paciencia para revertir esta situación y para que las mujeres emerjan sanas y salvas de ella y que accedan a los puestos de poder, allí donde se toman las decisiones importantes.
Hay que ocupar los ámbitos jerárquicos para influir de manera drástica sobre los medios de socialización y explorar, denunciar y trabajar para que se eliminen los sesgos de género que subsisten todavía en el denominado “currículo oculto” de la enseñanza primaria, secundaria, terciaria y universitaria y la discriminación que a causa de ello, soportan las mujeres.
Se tienen que ocupar aquellos sitios desde donde se instrumentan las reformas en salud, desarrollo, producción y seguridad social, y, especialmente, desde donde se plantean y se adoptan los modelos que regirán la educación, en todos los niveles.
La clave es la Educación. Está perfecto que la teoría feminista del conocimiento enfatice acerca del estudio, la formación y que comunique sobre la igualdad, la diferencia, la imparcialidad, la subjetividad moral, la autonomía y la epistemología, pero más que nada, tiene que difundir y lograr que todo esto llegue a la mayoría de mujeres, porque lo teórico, sin la práctica y sin la acción, pierde valor; o sea, si existe en los libros, pero a esos libros casi nadie tiene acceso o pocas/os los leen, por desconocimiento o por la causa que sea, por más que pensemos, escribamos y teoricemos al respecto, las mujeres –y todos los demás grupos oprimidos—continuarán ocupando los lugares a los que “el Sistema” las/os han destinado desde siempre.
Es imprescindible educar y formar a las personas e incluirlas en las discusiones sobre ciudadanía, igualdad, equidad, libertad y derechos, porque la mujer sigue estando sometida al hombre tanto en la esfera pública como en la privada y se mantiene intacta la división sexual del trabajo en casi todos los estratos sociales.
Examinar y analizar las tradiciones, las costumbres y las instituciones desde todos los puntos de vista.
Corregir todos los sesgos de género.
Establecer los principios en los que se debe inspirar la legislación en materia de igualdad, y, en particular, cualquier legislación para lograr la equidad en los puestos de trabajo y en los haberes que se perciben.
Lo que Eisenstein sostiene acerca de que “la igualdad debe abarcar la generalización, la abstracción y la homogeneidad, así como la individualidad, la especificidad y la heterogeneidad” creo que es lo que tendría que ponerse en práctica en todos los ámbitos, así como también que “seguiremos necesitando alguna forma de distinguir entre las diferencias inevitables, las elegidas y las que sencillamente nos han sido impuestas”. (2)
Asimismo, es importante desterrar la idea de que la política es un asunto para individuos/as abstractos/as, para personas cuyo sexo es lo de menos.
Y observar que la justicia social significa tener en cuenta la posición de desventaja que ocupan los grupos oprimidos y conocer y dar a conocer los planes y programas que se ponen en marcha para solucionar esa situación.
Por último, y en cuanto a la igualdad, la representación y la justicia, resulta mucho más convincente no oponer lo particular a lo general, ni lo sexualmente específico a lo universal, sino subrayar el juego existente entre ambos.
Es con la educación que se forma y se transmiten comportamientos correctos y actitudes hacia las personas en virtud de su sexo biológico, y se nos enseña a tener conductas y sentimientos “de mujeres” o “de varones” y, lo que resulta bueno y permitido para uno de los sexos no lo es ni lo está para el otro, lo cuál hoy se conoce y se difunde con el nombre de sexismo
Es imposible hablar de género sin hablar de sexismo.     
“… Al sexismo, practicado tanto por mujeres como por varones, lo entendemos como  la supremacía de lo masculino, a través de la invisibilización y la exclusión de la mujer.  Si nos remitimos al lenguaje, que también tiene un contenido sexista, en varias ocasiones la desigualdad radica en el "orden de las palabras", otras en el contenido semántico de los vocablos. De cualquier manera, el principal escollo deriva de la pertenencia del castellano a las lenguas con género, categoría gramatical que afecta no sólo a la terminación de los nombres sino a la de los artículos, adjetivos o participios en régimen de concordancia con el sustantivo.
Por lo tanto, se considera al masculino como término genérico y válido en consecuencia para uno y otro sexo, que tiene, desde el punto de vista social, un claro efecto de exclusión, de reforzamiento de estereotipos…” (3)
Así tenemos que “el gobierno, el estado, el comercio” aparecen como ámbitos de varones, en el que no sólo los que autorizan, certifican, adjudican, compran, pagan, son los varones sino también los que declaran, solicitan, apelan, los denunciados, los propietarios de inmuebles, los infractores de tránsito. Pero no sólo lo administrativo y comercial, por su lenguaje, está enmarcado o se lo percibe como un mundo de varones sino también el mundo de las noticias, de la cobertura periodística y de los medios. Cientos de investigaciones han exhibido cómo las mujeres son ignoradas, trivializadas y despreciadas por las palabras que se usan para describirlas. A las mujeres se les niega una existencia autónoma al adjudicarles títulos que las distinguen sobre su estado conyugal (“Señora vs. Señorita” y “Señora de…”). Y son definidas, todavía hoy por su rol familiar (ama de casa), mientras que los varones son definidos por sus roles ocupacionales (profesor, abogado, farmacéutico, ferroviario, carpintero, albañil, etc.).                                                                                                                                                                             Por otra parte, muchas adjetivaciones vinculadas a las mujeres tienden a tornarse peyorativas a lo largo del tiempo. Por ejemplo "mujer pública” no representa lo mismo que “hombre público", y si “atrevido” significa osado, valiente; “atrevida” significa insolente, mal educada. La palabra “aventurero” alude a un individuo audaz, arriesgado, pero no sucede lo mismo con la expresión “aventurera” que nos representa simbólicamente a aquella mujer que le gustan los festines, los vicios y cosas por el estilo y así podría seguir con otros varios ejemplos. Es necesario reflexionar que los términos y el lenguaje son muy importantes, como ya lo han establecido varias investigaciones, debido a que las palabras generan y transmiten pensamientos, tanto es así que hoy podemos darnos cuenta de dónde provienen nuestras ideas, prejuicios y limitaciones según el género al cuál pertenecemos.
La pobreza y las mujeres.
Si la mayoría de personas subordinadas del mundo pertenecen al sexo femenino, si el trabajo de las mujeres casi no se tiene en cuenta en los PBI nacionales ni mundiales, si la mayoría de los trabajos de la mujer son invisibles, si la mayor parte de las pobres del mundo son mujeres y si sólo poseen el 1% del capital mundial, habría que preguntarse si no sólo están mal las relaciones de género, si no que es todo el sistema lo que no funciona.

“… Si estamos ante una cuestión de poder, la indignación frente a determinadas estructuras del poder suele ser, en términos de eficacia, inversamente proporcional a la capacidad para transformar los acontecimientos. Esto no es obra de hombres malintencionados sino de una estructura social donde la presencia de la mujer tiene menos poder que la de los hombres. En una sociedad como esta, donde el poder está estructurado para favorecer a quiénes lo ejercen, la característica de todo sistema de poder es beneficiar al status quo. Esto significa que para modificarlo se requiere un poder superior. Según las Naciones Unidas, si se siguen los niveles de crecimiento actual, a la mujer le va a costar por lo menos 475 años de esfuerzo lograr el nivel que ocupan los hombres, por ejemplo, en el sector negocios y en el sector institucional, no estatal…” (4)
En el libro “El banquero de los pobres” Muhammad Yunus – hace una síntesis interesantísima y explica la relación existente entre el género y la pobreza, brindando su entendimiento acerca del porqué de la pobreza, el por qué vivimos en un mundo que está poblado por pobres, y por qué las más pobres entre las pobres son mujeres – 
“Tres semanas después de que el comité Nóbel noruego anunciase que el economista Muhammad Yunus de Bangladesh y el banco que él fundó hace 30 años ganasen el premio Nobel de la Paz, la Cumbre del Microcrédito anuncia que más de 113 millones de familias recibieron pequeños préstamos el año pasado para comenzar o ampliar pequeñas empresas, 83 millones de las cuales eran de las más pobres del mundo. (5)                                                        El informe 2006 incluye los datos compilados de más de 3.100 instituciones de todo el mundo y declara que de los 82 millones de beneficiarios, los más pobres, el 84% son mujeres”. (6)         
El libro de Yunus nos indica que hay que hacer algo ya y ahora para eliminar el flagelo de la pobreza entre las mujeres en el mundo y para ello hay que impulsar y facilitar su acceso y permanencia en dos ámbitos esenciales: el comercial y el público.
Estimo que para llegar a revertir, en gran parte, esta pobreza que está cimentada en la subordinación y los roles que adoptan las mujeres –que fueron, son y siguen siendo subvalorados, postergados y negativizados– es necesario entender y comprender y que toda la sociedad, también, entienda y comprenda al género, como un sistema de normas sociales que regula la actividad y las conductas de las personas según su sexo biológico, en el que a las mujeres se las sitúa en una posición de desventaja y que en este sistema existe una valoración negativa de las prácticas y proyectos femeninos;
  que el género es una variable y no una constante, puesto que las normas de género varían no sólo entre las culturas, sino también dentro de ellas en función de dimensiones como la clase, la raza, la edad, el estado civil, la preferencia sexual, la religión, etc., por lo tanto, el género no es una variable independiente. Dicho de otra forma, “no existe un concepto de género puro o abstracto, que se pueda aislar teóricamente y estudiar independientemente de la clase, la raza, la edad, el estado civil”; (7)
   que cultural y socialmente vivimos inmersas y condicionadas por la educación que recibimos y que imparten las familias, instituciones, escuelas, religiones y medios de difusión, responsables y encargados de la transmisión de los “mandatos sociales” que nos son inculcados durante todo el proceso de socialización.

Las condiciones de pobreza y de analfabetismo en las cuáles una gran mayoría de mujeres sobrevive sólo podrán ser cambiadas si estas mismas mujeres se comprometen políticamente, por lo que “una aproximación feminista a la ética debe ofrecer una guía para la acción que tienda a subvertir y no a reforzar dicha subordinación. Por tanto, dicha aproximación debe ser práctica, no utópica ni transicional, y por ello, una extensión de la política y no un abandono de la misma. (8)

El cambio de paradigma en género implica que las mujeres y los varones, todas las mujeres y todos los varones, entiendan y comprendan los condicionamientos que establece el género y que sumen sus aportes, entendimiento y acciones para revertir cada situación de marginación y exclusión. Será ése el momento en el que accederemos a la verdadera equidad e igualdad, porque seremos  consideradas y nos consideraremos todas y todos dentro de la categoría de “personas”, sujetas de derechos.

Mujeres con discapacidad

Aún así, y a pesar del panorama descrito, sabemos que en las últimas décadas ha aumentado considerablemente la actuación, el número y la permanencia de mujeres en todos los ámbitos sociales. Resulta imperioso analizar, entonces, por qué no ha ocurrido lo mismo con la inclusión de las mujeres con discapacidad que aún hoy permanecen invisibilizadas y forman parte de un sector social ignorado, que no forma parte de la agenda pública ni tampoco está incluido en los planes y políticas sociales.
“… Día tras día, en todo el mundo, los derechos humanos de las mujeres están en juego, pero no por razones biológicas, sino actitudinales, culturales y sociales, siendo precisamente las mujeres con discapacidad algunas de las más afectadas por tener que hacer frente a múltiples barreras que le dificultan la consecución de objetivos de vida considerados como esenciales.
La comunidad internacional ha reconocido la doble discriminación que soportan las mujeres con discapacidad las cuáles están discriminadas respecto a la población general, a los hombres con discapacidad y a las mujeres sin discapacidad.
Los datos estadísticos reflejan una realidad en la que muchas personas, por ser mujeres y tener discapacidad, tienen escasas posibilidades de desempeñar un trabajo digno, viven con una pensión mínima, recluidas en el hogar cuidando a otros miembros de la familia y sin reconocimiento, consideradas con una visión infantilizadora y victimista como personas incapaces. Todo ello las hace más susceptibles de sufrir malos tratos psicológicos y físicos…” (9)
El modelo social de la discapacidad, legitimado por la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con discapacidad que Argentina ratificó en 2008, pone de manifiesto que la discapacidad de una persona es mayor o menor según el entorno social en el que se desenvuelve y las ayudas técnicas y personales a las que tiene acceso, es decir, una persona es menos discapacitada o más discapacitada según el lugar en el que vive y desarrolla sus actividades y según la tecnología, ayudas, adaptaciones y apoyos personales de los que dispone. Este es un cambio de paradigma por que la discapacidad se sitúa en el exterior de los/as individuos/as, no en el interior, como venía sucediendo.
Además, es necesario pensar y considerar a la “discapacidad” como una manera u otra forma más de vivir sin que esta manera o forma de vivir implique ni angustia ni sufrimiento. Nadie “sufre por la discapacidad” (a menos que tenga dolores o malestares, pero eso le puede ocurrir a cualquier persona, tenga o no discapacidad) lo que realmente “se sufren” y “se padecen” son las barreras arquitectónicas, actitudinales, del transporte y las limitaciones en cuanto al acceso a los diversos ámbitos, y especialmente, al ámbito laboral.
Porque es bien sabido que, para disfrutar de autonomía y vivir de manera independiente hay que acceder a una buena educación, tener un empleo digno y percibir un haber que  posibilite tal independencia.
En el año 2001, la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), aprobó la Clasificación Internacional del Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud (CIF), que enfatiza el funcionamiento (factor positivo) y no la discapacidad (factor negativo).
“Se abandona el modelo lineal de interpretación (deficiencia - discapacidad - minusvalía) para pasar a un modelo multifactorial en la relación entre el funcionamiento humano y los estados de salud. Los factores contextuales cobran fuerza (personales y ambientales). El funcionamiento humano es un continuo que no puede dividirse entre lo que es normal y lo que no lo es. Es importante destacar que los factores ambientales pueden ser considerados como facilitadores o barreras, en función de cómo se relacionen con la realidad funcional de la persona, la realización de una actividad o el desempeño de un rol social. Entre los factores ambientales están el diseño de los entornos, servicios y productos en general, y de tecnologías de apoyo, en particular”. (10)
Es por eso que hoy podemos definir a la discapacidad (o diversidad funcional) como:
“el resultado de la interacción entre una persona que tiene una determinada condición de salud y el contexto ambiental en el que se desenvuelve…” (11)
Se ha instalado moderadamente en algunos países, el cambio de paradigma en la discapacidad que implica pasar del modelo médico hegemónico, con una concepción individualista, que concibe a la discapacidad como consecuencia de una enfermedad, a un modelo social, integrador e inclusivo. Así, el modelo médico promueve la dependencia de las personas y desvaloriza sus potencialidades, y oculta también la diferencia de trato que soportan las mujeres respecto de los varones con discapacidad. En este viejo modelo, no existirían varones y/ o mujeres, sino discapacitados.
Por el contrario, el nuevo paradigma es aquel que concibe a la discapacidad como temática sociocultural, donde es la sociedad la que define y discrimina al "diferente" o a “la diferente”. Lo que señala la responsabilidad del conjunto para evitar la vulneración de los derechos y para promover la incorporación de las personas en igualdad de condiciones a las de toda la población.
Tradicionalmente, la sociedad ha tendido a aislar y a segregar a las mujeres con discapacidad, y a pesar de los logros y avances obtenidos en los últimos años, este tipo de discriminación sigue representando un problema grave y alarmante.
Se habla de doble discriminación cuando en realidad están sometidas a una discriminación múltiple. Conocido es que ser mujer y tener discapacidad son dos factores que, aliados, aumentan el sexismo, la precariedad laboral, el analfabetismo y la violencia.
En la mayoría de los países del mundo, las mujeres con discapacidad se encuentran con un alto nivel de desempleo, salarios inferiores, menor acceso a los servicios de salud, mayores carencias educativas, escaso o nulo acceso a los programas y servicios dirigidos a mujeres en general, mayor riesgo de padecer situaciones de violencia y todo tipo de abusos; y esta realidad se agrava por las dificultades para lograr modificaciones y/o cambios culturales en los hábitos, las creencias y los estereotipos a nivel familiar y social.
Es significativo destacar, asimismo, la importancia de la imagen social de la mujer con discapacidad y su autopercepción. Puedo decir que forman parte de un grupo social que soporta la invisibilidad y el aislamiento – quién no es visible es igual a que no existe –.
Y, cuando los medios de difusión intervienen en la construcción de la imagen de la mujer con discapacidad, la elaboran no ajustada a los cánones de belleza femeninos generales, lo que contribuye a distorsionarla y a disminuir su autoestima.
Además, en las asociaciones o grupos o reuniones de mujeres, las mujeres con discapacidad son vistas, todavía hoy, como personas dignas de lástima o consideradas “inferiores” o “sufrientes” y no se las percibe “como mujeres”, es decir, no entran  en la categoría de lo que es “ser mujer” ni para la mujer misma.
Prevalece aún el concepto: mujer con discapacidad =  “medio mujer” o “no mujer”.
En las asociaciones o grupos de varones (llámense empresas, organizaciones) tampoco son consideradas ni incluidas, por lo que dije más arriba: no han sido preparadas ni formadas y, lo más importante, no cumplen con el estereotipo de “mujer adorno” ni con “la buena presencia”.
En las asociaciones de personas con discapacidad no llegan a ocupar puestos jerárquicos, por lo general, y son vistas en un nivel inferior o como "esposas", o sea, se las llama para preparar y servir el café, atender el teléfono o enviar cartas, pero no a la hora de tomar las decisiones.
Han sido excluidas desde siempre y de todos los grupos sociales.

“… El vínculo de la perspectiva de género con el modelo social de la discapacidad brinda facetas inexploradas que nos conducen a un nuevo campo para la comprensión de la discriminación en nuestras sociedades, y a la elaboración de estrategias para redefinir relaciones sociales en términos más justos y equitativos con una noción de ciudadanía que incluya a todas y todos.
Incorporar la perspectiva de género en forma transversal en la temática de la discapacidad tiene como objetivo promover la sensibilización, difusión y concientización con relación al tema de la doble o múltiple discriminación que soportan las mujeres con discapacidad por ser mujeres y por ser personas con discapacidad. Sensibilización como una condición para mejorar la calidad de nuestra vida y de nuestras relaciones…” (12)

Discapacidad y derecho al empleo decente.

Aún cuando sindicatos, empresas, organismos públicos, profesionales de la rehabilitación y personas con discapacidad poseen, a veces, perspectivas diversas deben unirse y exigir puestos de trabajo dignos y con sueldos acordes a la tarea desarrollada.
Los sindicatos se encuentran en un lugar de privilegio para unir a estos grupos sociales y consolidar ambientes de trabajo en el que estén incluidas las mujeres con discapacidad, en un empleo digno y desempeñándose junto a todas las demás personas.                                                                   
“… La Oficina Internacional del Trabajo (OIT) celebró la adopción unánime de una nueva Convención para las personas con discapacidad en las Naciones Unidas, por considerar que es un tratado sin precedentes que beneficiará a millones de personas cuya dificultad para encontrar empleo debido a su exclusión social genera un costo estimado de 1.9 billones de dólares anuales.
La OIT destacó que las disposiciones sobre trabajo y empleo incluidas en la nueva Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad producirán un cambio importante y podrán beneficiar a unas 470 millones de personas en edad de trabajar que son discapacitadas. El nuevo instrumento surge como el primer tratado importante de derechos humanos que se suscribe en el siglo XXI.
La Convención representa un cambio sin precedentes en la forma en que la legislación internacional aborda los temas de discapacidad.  Cuando promovemos los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad estamos potenciando a los individuos, fortaleciendo a las economías y enriqueciendo a las sociedades en general. Este tratado indica el camino hacia la independencia y la dignidad del trabajo decente…" (13)

Trabajo = Teletrabajo.
Nuevos conceptos. Nuevos paradigmas. Nuevas posibilidades.

De qué hablamos hoy cuando hablamos de trabajo.

La noción que tenemos hoy acerca del trabajo es una visión parcial que nos ha sido dada por la economía y que se ha ido formando a lo largo de la historia de la humanidad.
En la antigüedad, el mundo de las ideas era lo más importante (no como hoy, que es el mundo económico) y el trabajo físico era denigrado y relacionado con actividades penosas. La palabra trabajo deriva del latín Tripalium  que era un instrumento de tortura compuesto de tres palos con el que se mortificaba a los reos. El trabajo estaba relacionado con lo penoso, lo denigrante, lo que tortura.
Es difícil llegar a una definición única, homogénea, de lo que es trabajo, porque tendemos a verlo, sobre todo, desde nuestra trayectoria o desde la trayectoria histórica que tenemos y por eso es que, actualmente, lo consideramos desde una visión economicista y la economía, nos ha dado una visión del trabajo parcial. La herencia que tenemos del concepto de trabajo se expresa también en la terminología oficial y ha sido difundida por los/as autores/as que cimentaron la ciencia económica. Y es ahí donde se ponen los pilares sobre este modelo de trabajo identificado con empleo, y que implica un trabajo asalariado, un trabajo industrial, un trabajo masculino y extradoméstico.
Se trata de una visión parcial donde es preciso pensar y evaluar si es o no trabajo el que realizan las mujeres y los varones cotidianamente: las tareas domésticas, así como también cortar el pasto, lavar el automóvil, llevar a los/as niños/as a la escuela (por citar algunos ejemplos), o el que se lleva a cabo en organismos comunitarios, el trabajo de los/as voluntarios/as, en las asociaciones sin fines de lucro, por supuesto que todo eso es trabajo, pero no lo percibimos como tal y no tenemos instalada la idea de que estamos trabajando, sino solamente cuando percibimos un dinero por ello. Es bastante común preguntar a una mujer, ama de casa, si ella trabaja y que responda que no. Ni la misma persona que realiza el trabajo de la casa lo reconoce como tal, y esta respuesta se da, generalmente, cuando no percibe dinero por ello. Porque si le preguntamos a una empleada de quehaceres domésticos si está trabajando, cuando está en casa de su empleador/a responderá que sí, invariablemente.
Esta noción parcial que tenemos hoy acerca del trabajo es, evidentemente, una construcción social, lo cuál quiere decir que la hemos ido construyendo en función de cómo es nuestra sociedad, de cómo vivimos nuestro tiempo, de cuáles son las necesidades que tenemos; y en ese sentido hemos hecho una construcción teórica, parcial y economicista del concepto de trabajo.
“… Al tomar una visión del trabajo, desde una perspectiva de género, que sería tener en cuenta también el trabajo doméstico, todo el bagaje conceptual de la ciencia económica se pone en cuestión. El propio concepto de la economía o el propio concepto del trabajo cambian de significado.
Con frecuencia muchas mujeres desempeñan un trabajo no remunerado que supera las ocho horas diarias, con lo cual el propio concepto de paro o, con más precisión, el de inactividad debe ser puesto en cuestión. No hay categoría más inapropiada que la de inactividad aplicada a las trabajadoras domésticas. La diversidad del trabajo en la realidad cotidiana lleva a replantearse este concepto tradicional del trabajo y a tratar de llegar hacia una nueva reconceptualización del mismo; un concepto de trabajo que incluya estas vertientes, todas estas visiones, todas estas condiciones. En este sentido es en el que planteamos la noción “carga global del trabajo…” (14)

La “carga global de trabajo” nos permite apreciar que el bienestar de las sociedades se produce gracias al trabajo que realizan tanto las mujeres como los hombres, y tanto remunerado como no remunerado.

“… A partir de las posiciones de científicos y científicas, que tienen una visión abierta de lo que es ciencia, que no se quedan en una visión positivista propia del siglo XIX, sino que abren la panorámica a otras metodologías, que implican el conocimiento y el saber, se va construyendo un nuevo paradigma del trabajo que contiene un planteamiento crítico de la economía, de las ciencias sociales y de la propia construcción de la ciencia.
Por lo tanto, por un lado el feminismo, pero por otro lado la academia, fueron poniendo las bases y asentando esta visión del trabajo que va más allá del empleo, que va más allá del trabajo remunerado. Se trata de un nuevo paradigma que mueve los pilares de la economía y de la ciencia en general…” (15)
Algunos autores comienzan a plantear que la sociología, y la sociología del trabajo en particular, deben ampliar su objeto de observación y afirman que una sociología que no contemple lo que está pasando fuera del mercado es una sociología parcial, que no da buena cuenta de la realidad.
La lógica del mercado no es la lógica de la familia. Aquello que denominamos “mercado” persigue la obtención del máximo beneficio económico, mientras que la familia, los afectos, las relaciones necesitan de colaboración, de solidaridad, de cuidados y se manejan con otros criterios y con otros principios, todos válidos, todos importantes e imprescindibles para el crecimiento y desarrollo de las personas, y en consecuencia, de las sociedades.

Se habla de Responsabilidad Social Empresaria (RSE), pero es poco lo que se hace al respecto, todavía falta, y bastante para que pase de ser una buena declaración de intenciones en el sector de las empresas grandes y ni siquiera llega a las pequeñas que encuentran muchas dificultades para posibilitar el acceso y el mantenimiento de las mujeres y de las personas con discapacidad en el empleo. “… La empresa es una institución social, es uno de los pilares básicos del funcionamiento de una sociedad, pero aún así la implicación del empresariado en la dinámica del cambio social es escasa. Por lo tanto es preciso que las leyes que se dictan sobre conciliación de vida laboral y familiar tengan en cuenta la estructura empresarial, además de las características sociales y culturales de la población a la que se dirigen…” (16)

Estos son los cambios de paradigmas que se necesitan instalar en el Mundo para lograr, efectivamente, la plena inclusión con equidad e igualdad de oportunidades y trato de las mujeres y de las personas con discapacidad, en todos los ámbitos, pero especialmente, en el ámbito laboral, donde todavía y aún con los avances, evidencias y pruebas de lo que son capaces de ser y de hacer, son discriminadas, subvaloradas y subestimadas.

Por otra parte, es necesario observar que el grado de participación en el empleo no es sólo una cuestión de cifras o de datos: nos indica además y principalmente, cuál es el nivel de integración así como también el grado de exclusión.
Si tenemos en cuenta que las personas con discapacidad tienen actualmente una tasa de desempleo, reconocida por la ONU del 80 %, es decir, que sólo el 20 % de personas con discapacidad del Mundo accede a un empleo remunerado, es fácil darnos cuenta y evaluar el grado de exclusión que soportan.

Se ha incrementado, en algunos países, el “trabajo a tiempo parcial”. Y si bien hay estimaciones acerca de que esta forma de trabajo acrecienta el acceso al empleo remunerado de las mujeres, hay que tener en cuenta el tipo de empleo al que se accede “a tiempo parcial” así como también especial cuidado por que se podría estar formando un “mercado dual”: más cualificado y en mejores condiciones para los varones y un empleo menos cualificado e inestable para las mujeres y para las personas con discapacidad.
Y esto último está estrechamente ligado con el uso de las nuevas tecnologías, debido a que posibilitan el “empleo parcial”, ya que permiten el trabajo remunerado “a tiempo parcial” que se puede hacer desde la casa y quiénes lo ven como una posibilidad de inserción en el empleo son las mujeres que tienen niños/as pequeños/as y/o personas dependientes a su cuidado y las personas con discapacidad que lo perciben como una forma de trabajar y percibir remuneración sin tener que desplazarse y utilizar transporte accesible (que no hay disponible y el que hay, es escaso y caro) y también, como una manera de acceder al empleo sin que los/as empleadores/as tengan que adecuar o adaptar los sitios de trabajo (y esto muy especialmente, para quiénes utilizan ayudas técnicas)
Es preciso analizar si el trabajo en casa, a tiempo parcial o el teletrabajo no facilitan la ausencia de las mujeres y de las personas con discapacidad en los ámbitos comercial y político donde la presencia de estos grupos sociales todavía no es fuerte ni es bien recibida.
“…La regla básica en todas las relaciones sociales y en el mundo político es que: “lo que cada miembro/a de la sociedad no haga por sí mismo/a por medio de un esfuerzo sistemático de organización y superación, no será hecho por ningún/ a otro/a…” (17)
De acuerdo con esta premisa es que considero fundamental ocupar los espacios, mostrarse, ser visibilizados/as, participar, empoderarse de los ámbitos, conocer y hacer valer los derechos. Todo esto es imposible lograr si las mujeres y las personas con discapacidad se quedan en sus casas, en espacios sociales conocidos, si permanecen invisibles por diferentes motivos, si no interactúan con las demás personas y organizaciones de la sociedad.
Resulta importante evaluar, también, si con el teletrabajo y el trabajo a tiempo parcial no se estaría promoviendo la salida de las mujeres y de las personas con discapacidad del mercado cualificado y bien remunerado y/ o de los pocos puestos jerárquicos que hasta el momento han logrado ocupar.
Creo que el teletrabajo debe tomarse como una alternativa más con la que se puede acceder a una ocupación remunerada, siempre y cuando la o el tele- trabajador estén de acuerdo en trabajar mediante esta modalidad, por un tiempo determinado y sin que éste sea demasiado extenso, dos años debería ser el tiempo máximo utilizado para teletrabajar. Y luego, hay que “salir a escena”. Somos seres sociales y el contacto con las demás personas es fundamental para elevar tanto las condiciones como el nivel de vida, no es bueno estar todo el tiempo encerradas/os, en un sitio conocido y previsible, frente a una máquina que si bien nos facilita la comunicación, no aporta los beneficios que sí puede otorgarnos el hecho de salir, encontrarnos y conversar frente a frente, vernos las caras, estrecharnos las manos, darnos un beso, sonreír, reír, llorar y/o alegrarnos junto a otra/s persona/s. En pocas palabras, estar y dialogar con interlocutores/as presentes, con personas, con seres humanos, y no a través o por medio de una máquina.
Los niños, niñas y adolescentes necesitan de este diálogo, necesitan ser escuchados/as, atendidos/as, comprendidos/as, entendidos/as, contenidos/as, algo que no pueden hacer los aparatos ni las nuevas tecnologías  por que no tienen ni transmiten sentimientos, y eso creo que es lo que nos diferencia sustancialmente a los seres humanos de las máquinas (al menos hasta el momento).
Si bien existen las cámaras y micrófonos no llegarán nunca a proporcionarnos esa cercanía, ese contacto, así tengamos las de última generación y aunque las imágenes se vean nítidas y las voces se escuchen perfectas.

“… El uso de una nueva tecnología determina dos tipos de actitudes a nivel social: una actitud de tipo tecnofóbica y una actitud de tipo tecnofílica. ¿Qué significa eso? La primera es aquella que considera que todos los medios, todas las nuevas tecnologías son el origen de los males que vive la sociedad. Así como en el siglo XIX se consideraba que la máquina de vapor podía ser uno de los elementos que iba a atacar la sociedad  y, a partir de la década del ´50, se considera a la televisión o a la informática como el origen de muchos de los males. Por el contrario, la otra posición, la tecnofílica , piensa que a través de la tecnología se van a solucionar todos los conflictos sociales…”

“… Estar tecnológicamente alfabetizados/as implica conocer que la tecnología es una herramienta que facilita el trabajo, las acciones de gestión y las empresariales o las de tipo formativas. El concepto de tecnología incluye además, la relación con los medios, de ahí que es imperioso realizar una alfabetización mediática. Mientras que en los años cincuenta y sesenta era necesario saber leer y escribir a máquina, en la actualidad, los lenguajes convencionales han quedado casi obsoletos y hay una urgencia de conocer nuevos lenguajes…”(18)

Resulta bueno, entonces, considerar a la computadora como una herramienta más que tiene múltiples posibilidades y usos pero que, cuando la empleamos únicamente para desarrollar nuestro trabajo se convierte en lo que es la máquina de escribir para el/la periodista gráfica o la máquina de coser para el sastre.
La computadora es una máquina, una herramienta con infinitas posibilidades, e Internet es la “gran fábrica” o “tierra productiva” con también, infinitas posibilidades. Pero son sólo “posibilidades” y/o “probabilidades”. Está en cada uno de nosotros y de nosotras que las transformemos en hechos reales, para lo cuál es imprescindible la “acción”. El “mundo virtual” parece ser más fácil y accesible que el mundo tangible. Hasta las acciones parecen más viables y cómodas. Parece tener más perspectivas y abrir más probabilidades, pero hay que evaluar los riesgos y observar cuántos de los proyectos de tantísima gente han quedado en el camino por cada uno de los que se ha concretado y resultado ser viable económicamente hablando.
Creo que tenemos que ver a las nuevas tecnologías como lo que son: herramientas importantísimas que pueden ser utilizadas para impulsarnos a la acción, o que pueden servir para paralizarnos y hacernos caer en la inactividad. Por que con ellas se crea, en varias ocasiones y situaciones, la falsa ilusión de “estar haciendo”.
Según investigaciones, el consumo indiscriminado de mensajes audiovisuales incita a la pasividad. Es preciso analizarlo desde este ángulo y, especialmente, considerar el tiempo que gastamos (sí, que gastamos no equivoqué el término) frente a nuestras computadoras, con el uso del correo electrónico y con Internet.
Hoy, ya casi todas las personas conocen el valor de su propio tiempo. Valorizar el tiempo libre, apreciar aquellos momentos que podemos dedicar a las tareas que nos gustan y nos hacen felices tiene que ver también con cambiar la manera en que realizamos el trabajo (tanto el remunerado como el no remunerado) y el teletrabajo y evaluar la cantidad de horas y de minutos que pasamos frente a la computadora por día.
A veces, somos llevados/as y orientados/as, hacia donde otros/as quieren y hacia donde a otros/as les conviene. Y esto se pone de manifiesto al utilizar varias de las Páginas de la Internet, que nos invitan a entrar a tal lugar, a participar en el concurso de… o a ganar más… haciendo clic en tal ícono… o a conocer el chico o la chica 10… o a saber qué nos depara el destino… o a disfrutar del viaje soñado (virtualmente, por supuesto)… o a comprar… o a comprar… o a comprar… y etc. varios, así como a recibir spam y correos electrónicos a los cuáles tenemos que dedicarles parte de nuestro precioso tiempo.
Hay que distinguir, diferenciar y desestimar aquellos sitios de Internet donde no es bueno entrar ni estar, por ser perjudiciales para nuestra estima y para nuestra mente (al igual que lo haríamos con sitios similares del mundo tangible) y enseñarles a nuestros niños, niñas y adolescentes los peligros del “mundo virtual”. Que puede resultar ser tan o más peligroso que el “mundo real”.
Tener en cuenta que existe el ciberacoso o ciberbullying y que podemos ser inocentes víctimas de él. Es tarea de padres, madres y docentes prevenir a los niños, niñas y adolescentes en las escuelas acerca de este nuevo delito informático para que se mantengan alertas. Que los niños y niñas no suministren información ni direcciones a personas que no conocen. Que sepan que existen los pedofílicos, y sin atemorizarlos, es preciso informarlos para que estén atentos/as y no se dejen engañar con falsas promesas de inescrupulosos que han encontrado otra manera más de abusar y defraudar.
Reitero, como conclusión, que el uso de las nuevas tecnologías trae consigo transformaciones acerca de las maneras en las que pensamos y desarrollamos el trabajo, y una de estas maneras es el teletrabajo o trabajo a distancia que requiere de ajustes y adaptaciones estructurales que tienen que ver con la educación, con una buena y acorde legislación y con la disponibilidad de tecnología.
Que tiene que ver con que la mayor cantidad posible de personas tenga acceso a estas tecnologías y al conocimiento, pero también, tiene que ver con que la mayor cantidad posible de empleadores y empleadoras, de pequeñas, medianas y grandes empresas conozcan y pongan en práctica esta nueva modalidad.

Hablamos de un cambio de paradigmas y de un verdadero cambio cultural, y es interesante destacar que por el momento sólo puedo decir: hablamos, por que todavía falta para que se reconozca como lo que es, un trabajo, a las tareas domésticas y que las amas de casa perciban dinero por ellas y para que se considere trabajo también al trabajo comunitario y al que se hace en y desde la computadora personal, mediante el teletrabajo. Si bien ya en varios países este último ha sido reconocido y legitimado, en nuestro país sólo hay algunos proyectos de leyes para convertirlo en trabajo decente, y todavía falta para que tenga los mismos beneficios que un empleo formal.

3. Conclusiones

Las estadísticas nos demuestran que el trabajo no remunerado supera al trabajo del mercado y que lo que se contabiliza es bastante menor que lo que no se contabiliza. Que las sociedades se sustentan sobre el trabajo invisible y no remunerado de las mujeres.
Es imprescindible que reflexionemos que sólo será posible la liberación de los pueblos, su progreso y su desarrollo democrático cuando la equidad y la igualdad inter- géneros sea una realidad.
Ni siquiera en las situaciones de más grave crisis puede posponerse el actuar en favor del respeto de la equidad entre los géneros. Ya no se puede ignorar que ha cambiado el concepto de ser feminista.  Ser feminista hoy es casi una obligación para todas las personas.  Es una cuestión de respeto a los Derechos Humanos y por lo tanto, a la dignidad misma del Ser humano.
Hoy en día hablar y trabajar por los derechos humanos es hablar y trabajar por la equidad inter géneros y por la igualdad de oportunidades y trato en todos los ámbitos de todas las personas, tengan o no discapacidad.
Así como también es trabajar por la salud y el bienestar del planeta y para reducir, en lo que a cada uno y cada una concierne, la contaminación ambiental, el deterioro del agua, del aire y de la tierra e informarse y saber cada día más para poder actuar eficazmente frente a las consecuencias del cambio climático.

A paradigmas nuevos, soluciones nuevas.

En el Nuevo paradigma de Género: las mujeres, varones y personas de otros géneros, pasan a ser consideradas y tratadas con equidad e igualdad todas, y consideradas personas.
Las responsabilidades, trabajos y derechos se comparten en igualdad. No existe la división sexual del trabajo ni los roles de sexo/género.
Las personas de otras etnias y de orientación sexual diferente a la heterosexual son apreciadas y consideradas como todas las demás.
El color de piel NO es (NO puede ser) determinante de nada, ni puede definir si una persona es buena y/o honorable ni si puede o no realizar tal o cuál tarea o desempeñarse en cargos jerárquicos.
Las personas son estimadas y tratadas dignamente más allá de su orientación sexual. No se puede definir la forma de ser, la honorabilidad ni ninguna otra condición de la persona por este motivo ni por ningún otro motivo ni característica física, sensorial y/o mental.
Resumiendo, no existen los varones ni las mujeres, existen las PERSONAS. No importa ni el género ni el sexo, ni el color de piel, ni la apariencia física.

El Nuevo paradigma en Discapacidad: Las personas que tienen discapacidad son valoradas y tratadas como personas que funcionan de manera diversa o que emplean otros métodos para realizar actividades y para vivir la vida dignamente, en equidad e igualdad. En este paradigma se potencia la autonomía, el auto valimiento, el protagonismo y la vida independiente, otorgándoles todas las condiciones y derechos, respetándolas y  optimizando las  oportunidades para su desarrollo personal, laboral y social.
En este nuevo paradigma todas las personas saben y son conscientes que: La discapacidad NO es una enfermedad. Que Vivir con discapacidad NO significa vivir con sufrimiento y angustia constantes. Que la discapacidad está FUERA DE LAS PERSONAS, en el entorno o hábitat, fuera de ellas y no dentro de ellas.
Por lo tanto, son las Sociedades las que no están aptas, son las Sociedades las Discapacitadas, NO las personas.

Nuevo paradigma en Trabajo: todas las tareas requieren de la atención, el compromiso, la responsabilidad y el conocimiento de quiénes las realizan, no hay trabajos ni tareas ni empleos ni profesiones más importantes unas que otras.
El teletrabajo es tan reconocido y valorado como el trabajo presencial, y se legisla, sensibiliza y concientiza  para que así ocurra en la práctica. Además, el tele trabajo es estimado y promovido, ya que permite realizar tareas sin tener que movilizarse ni efectuar largos viajes en los que se pierden horas de tiempo y se contamina el planeta con las emisiones de gases del transporte, además de otros varios inconvenientes.
El tele trabajo es impulsado como una forma más de cuidar al medio ambiente, desarrollando las tareas cotidianas sin jefes ni jefas, pero cumpliendo con las responsabilidades, potenciando en las personas la responsabilidad, el compromiso y la satisfacción que se logra por el deber cumplido.
El tele trabajo es una manera de disciplinarse individualmente.
Y puede resultar muy efectivo para lograr una sociedad integrada por personas conscientes de sus derechos, pero también de SUS OBLIGACIONES.

El trabajo que realizan las amas de casa y las trabajadoras/es de casas particulares es tan importante y bien valorado y remunerado como todos los demás. Todas las personas (inclusive quiénes realizan las tareas domésticas para sus familias) perciben un haber digno que les permite vivir cómodamente toda su vida.
Las personas que han acumulado una inmensa fortuna reintegran a la sociedad (mediante donaciones a Organizaciones civiles y a los Gobiernos con la premisa que sea invertido en educación y en creación de empleo, y con el debido control de otros países y gobiernos) todo aquello que nunca podrán utilizar y que tampoco les pertenece de tal manera que puedan crearse nuevas fuentes de trabajo para que quiénes menos tienen (o por que se lo han venido sacando, de alguna manera, pagándoles de menos, y usurpando beneficios por medio de leyes sancionadas a favor de quiénes hoy más tienen) puedan lograr adquirir su casa propia, automóvil y tener dinero como para vivir cómodamente y sin problemas económicos.
A aquellos/as que han acumulado fortunas inmensas empleando máquinas y aparatos de tecnología sofisticada, reemplazando de esta forma la mano de obra humana, se les hace entender que las máquinas no salen a comprar y, si realmente quieren vender lo que producen, tienen que pensar maneras de emplear nuevamente a las personas. Las máquinas no pueden poner en marcha ninguna economía puesto que no consumen ni necesitan alimentos.
A las personas se les enseña a “pescar” y no se les regala “el pescado”. Es decir, se las educa para que puedan ganar lo que desean y tener todo lo que necesitan. No se les regala nada. No hay planes sociales por que no hacen falta y nadie los quiere recibir, por que todas y todos tienen suficiente educación, un trabajo decente y ganan dinero dignamente como para vivir holgadamente.

Nuevo paradigma en Educación: la Educación es fomentada e impartida de manera tal que todas las personas logran aprender, de pequeñas a vivir bien, cómodas, en armonía y sin violencia.
Se promueve la educación para la Vida, para el bienestar de todos y todas, fomentando la fraternidad, la solidaridad, el respeto, el amor, el compañerismo, la amistad, la ayuda desinteresada y todas aquellas situaciones que promuevan el bien común y también el propio, respetando el de las otras personas.
Se dictan clases de auto estima, y sobre el valor del entusiasmo, se potencia el sentido de liderazgo y se imparten clases con videos y canciones de motivación.
Se enseña sobre el poder de los pensamientos, la meditación y visualización creativa.
Se potencia el hábito de leer.
Se educa para el Mundo que viene, y NO para el Mundo que se fue (como están haciendo actualmente en las escuelas, colegios, universidades).
Y toda aquella información que el cerebro no puede retener por mucho tiempo (como datos con fechas y nombres precisos) es eliminada de los planes de estudios.
Se otorgan herramientas para que las personas puedan formarse teniendo pensamiento crítico, autónomo y para que mediten y reflexionen cotidianamente sobre los valores, la alegría, el ocio creativo, el placer y la vida misma.

Nuevo paradigma para el cuidado del Planeta: se establece un proceso similar al de “socialización” para el cuidado del medio ambiente por el cuál, desde pequeñas, las personas reciban indicaciones y enseñanzas acerca del cuidado del planeta y la conciencia que, lo que afecta a la tierra, al agua y al aire afecta a todos los Seres humanos. Para que de este modo, los niños, niñas y adolescentes desarrollen actitudes de cuidado y respeto por la biodiversidad, la ecología y la preservación armoniosa de todas las especies, enseñándoles a cuidar y tratar bien a los árboles, las semillas, las plantas, el agua, la vida toda.

Tal vez les parezca utópico.  Tal vez les parezca difícil de lograr. Tal vez les parezca imposible. Creo que no es  utópico ni difícil de lograr y tampoco imposible y que, lenta e inexorablemente vamos camino hacia este Nuevo Mundo.
Un Mundo en el que las ideas, las personas con y sin diversidades, los animales, las plantas y todas las demás  cosas puedan convivir en paz y armoniosamente.
Un Mundo donde será MÁS IMPORTANTE “SER” QUE “TENER”.
Donde “SEREMOS” y nos manifestarnos en todo nuestro esplendor.
Y en el cuál vamos a HACER PARA TENER. Dando el valor al dinero y a las cosas materiales que realmente tienen.

Por que como bien sabemos todos y todas, estamos en época de cambios de paradigmas y,

“CUANDO LOS PARADIGMAS CAMBIAN, EL MUNDO CAMBIA CON ELLOS!!!”

Muchas gracias!
                                               Silvia Mirta Valori

























































Fuentes consultadas y citadas:

1. Introducción

(1) Cuadernillo “Género y discapacidad. Discapacidad y género. Una cuestión de derechos. Equipo Interinstitucional de Género y Discapacidad del Consejo Nacional de la Mujer, 2007


2. Desarrollo

(1) Notas Informativas de la Asamblea General de Naciones Unidas. Junio, 2000. Cita textual del Manual del Consejo Nacional de la Mujer para Facilitadoras/es. “Mujer, Equidad y Trabajo”. Nueva edición, 2007.
(2) EISENSTEIN, Zillah. “The Female Body and the Law”. Berkeley: University of California Press, 1989.   
(3) SERAFINI, Mirta. “Sexismo” – Análisis redactado para el Consejo Nacional de la Mujer del cuál fue Directora de Comunicación.
(4) CASTRO, JORGE. “El poder debe ser una construcción deliberada”. Manual del Seminario sobre Políticas Públicas de Igualdad de Oportunidades entre varones y mujeres. Buenos Aires, 1999.
(5) Informe de la Fundación Un Sol Mon de la Obra Social Caixa Catalunya, España, disponible en: http://obrasocial.caixacatalunya.es/osocial/idiomes/2/fitxers/solidaritat/campaign06_cas.pdf
(6) Informe 2006, disponible en www.microcreditsummit.org
(7)  SPELMAN, Elizabeth. 1989.
(8) JAGGAR, Alison M. “Ética Feminista: algunos temas para los años noventa”. (El subrayado es mío)
(9) BLANCO ENGIDO, Encarnación. Mesa Redonda “Mujer, discapacidad y justicia”. I Congreso Internacional sobre Mujer y Discapacidad. Valencia, España, 2003.
(10) LLORIA, Mariano; en Revista Minusval, IMSERSO (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España) y Asociación Valenciana de Ayuda a la Parálisis Cerebral, 2006.
(11) Fundación PAR “La discapacidad en la Argentina”, Buenos Aires, 2006, página 175.
(12) Cuadernillo de Género y Discapacidad del Equipo Interinstitucional. Serie “Cuadernillos” Consejo Nacional de   la Mujer del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, 2007.
(13)  Disponible en:
 (14, 15 y 16)  “Decir Mujer es decir Trabajo” Metodologías para la medición del uso del tiempo con perspectiva de género. Consejo Nacional de la Mujer del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales. Embajada Española. AECI. Agencia española de Cooperación Internacional, 2007.
(17) CASTRO, JORGE. “El poder debe ser una construcción deliberada”. Manual del Seminario sobre Políticas Públicas de Igualdad de Oportunidades entre varones y mujeres. Buenos Aires, 1999.
(18) APARICI, ROBERTO. “Alfabetización mediática: conocer los nuevos lenguajes. Nuevas tecnologías de información y comunicación para el tercer milenio”. Manual del Seminario de Políticas Públicas de Igualdad de Oportunidades entre varones y mujeres. Buenos Aires, 1999.


jueves, 19 de junio de 2014

De- construir la teoría para des-educar en la práctica

De-construir la Teoría para Des-educar en la práctica
Relación entre el proceso de socialización, el género, la discapacidad y la sexualidad.
Autora: Mirta VALLORI (Seudónimo Silvia Mirta VALORI). Escritora.
Secretaría de Gestión y Articulación Institucional del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

Resumen aprobado:

El denominado “proceso de socialización”, cimentado y difundido por las familias, las escuelas, las iglesias y los medios de comunicación es producto de las más acendradas creencias y dogmas de quiénes lo replican. A su vez, quiénes nos formamos dentro de este proceso,  repetimos dichas creencias y dogmas al criar y educar a nuestros/as niños y niñas
Durante su transcurso se van produciendo y fijando ideas acerca de lo que es  “normal”, así como lo que es aceptable, digno, valioso, leal y legal.
De esta manera vamos forjando nuestra identidad y definiendo nuestro cuerpo físico, con mandatos sociales, creencias e ideas que se van instalando en nuestra mente, a veces sin siquiera percatarnos de ello (currículo oculto o mensajes subliminales)
Las personas con discapacidad son percibidas como “raras” o “malformadas”, con “defectos físicos” o “mentales” porque no concuerdan con la “normalidad”.
Hay bastante literatura y teoría sobre los “cuerpos aceptables” y los inaceptables, los “cuerpos imperfectos” – también denominados “cuerpos abyectos” a los que sólo se les permite vivir “al margen” de un sistema que ha sido creado, instituido y normativizado en el siglo XIX por hombres, de sexo masculino, blancos, europeos, de mediana edad y sin discapacidades.
Es preciso realizar un exhaustivo análisis sobre cuerpo, sexo y género, y su incidencia en cuanto al goce de derechos y de reconocimiento social, ya que hasta el momento – y salvo honrosas excepciones –  las feministas han ignorado la discapacidad en sus escritos, por lo que son casi nulas las teorizaciones referidas a la transversalización entre el género y la discapacidad, productora de desigualdades y de inequidades, y donde las mujeres con discapacidad ocupan un sitio de desventaja  con respecto a sus congéneres sin discapacidad.
Hemos estado atrapadas/os durante mucho tiempo en dogmas y creencias que ya no nos ensalzan sino por el contrario, degradan y deterioran la dignidad, especialmente la de las mujeres y niñas con discapacidad que están sometidas a una doble y a veces, múltiple discriminación, por género y por discapacidad.
La Educación Sexual Integral, con sus Cuadernillos, Láminas y Folletos viene a llenar un vacío en la Educación en cuanto a lo qué es género, diversidad,  valores, nos enseña a respetar y a querer nuestro cuerpo, a cuidarnos, cuidar y respetar a las demás personas; viene a ayudarnos, en definitiva, a transitar un camino que hace mucho tendríamos que haber comenzado a transitar, el del respeto y la valoración de nuestro cuerpo, más allá de nuestra apariencia física.
Pero para ello es necesario que la discapacidad deje de ser vista y considerada como un “problema individual”, pasible de ser corregido y “normalizado” y pase a ser una diversidad más dentro de la bio- diversidad, una manera u otra forma más de vivir y que los niños y las niñas con discapacidad sean educadas en espacios comunes, que todos y todas compartamos los ámbitos educativos porque si comenzamos a discriminar desde que somos pequeños/as, resultará luego difícil erradicar esa costumbre.
Es casi imposible instalar un nuevo paradigma social y de derechos, estando vigente el viejo modelo médico, rehabilitador que está cimentado con sólidas bases desde hace siglos.
Educar a las personas con discapacidad sobre sexualidad, no sólo es necesario, sino que es imprescindible para lograr la equidad y la igualdad que estamos buscando y proclamando y que respalda y legaliza totalmente la Convención Internacional sobre los Derechos de las personas con discapacidad.

Palabras claves: socialización – género - discapacidad

Proceso de socialización y construcción del género.
El proceso mediante el cuál se produce la construcción del género (y podemos decir también que el de la “discapacidad” o “diversidad funcional”) se denomina “proceso de socialización”. Es un proceso que se inicia en las familias, que contiene creencias, supuestos, conceptos, modelos y pautas que se transmiten en la primera infancia y que van conformando un “sistema” de ideas, creencias y valores que va a constituir el software (por así decirlo) con el que se manejará nuestra mente y, en consecuencia, nuestra vida.
El proceso mediante el cuál se construye la sexualidad es el proceso de sexuación. Si bien todos y todas somos seres sexuados y sexuales desde que nacemos hasta que nos vamos, en el imaginario social no nos está permitido realizar las mismas acciones ni obrar de igual manera con un cuerpo “de hombre” que con un cuerpo “de mujer”.
El cuerpo que una persona posee y/o con el cuál nació, el proceso de socialización más el de sexuación harán que puedan ejercer o no, practicar o no, vivir o no, distintas sensaciones, emociones, angustias, alegrías y placeres. Retomaré esta idea más adelante en este escrito.
Dichos procesos se inician durante la infancia en las familias, continúan en las escuelas e iglesias y se afianzan día a día mediante los medios de comunicación, los clubes y el entorno social.
Es la familia la primera educadora por excelencia, aunque podemos observar que esta familia educa según las bases y conceptos recibidos a su vez, de otras   familias/personas que los/as educaron, de las escuelas e iglesias a las que concurrieron, de los medios de comunicación por los que fueron influidos y de la sociedad en la que se formaron. Pero todos y todas sabemos – y especialmente, quiénes estudian psicología lo saben mejor aún – que resulta muy difícil erradicar lo aprehendido durante los primeros años, por eso es que afirmo que la familia (sea como sea que esté o estuvo conformada) es “la primera educadora por excelencia”. Todas nuestras apreciaciones, conductas, ideas, deseos son fuertemente transmitidos por los padres, madres, abuelas, abuelos, tías, tíos u otros integrantes de la familia que son quiénes nos educaron y subliminalmente (o no) nos han transferido las ideas que “ellos/as” tenían y presumían acerca de nosotros/as, de las costumbres, de la vida  y del “ideal” al que podíamos aspirar o llegar.
“… No hay ninguna política pública que pueda cambiar la vida privada. La influencia precoz, directa y constante de la familia (ya que dura casi toda la vida) provoca que sus efectos sean muy duraderos...”  Emilia Moreno, “La transmisión de modelos sexistas en la escuela”, Pág. 63.   (1)                                                                                                                             “… Valores como la sensibilidad y la solidaridad, la preocupación por los demás considerados tradicionalmente como propios de las mujeres, deben convertirse en valores sociales positivos para hombres y mujeres…” (Urruzola, 1996)(1)

Asimismo, son las escuelas  a través del personal que integra el plantel educativo pero también con el “currículo oculto” y con todas aquellas prácticas que no necesitan estar escritas porque forman parte de las “costumbres escolares” y continúan perpetuándose en el tiempo, quiénes tienen la tarea de ser “las segundas educadoras por excelencia”, y es aquí donde el cuerpo ya no es sólo de la familia ni de la persona, sino que pasa a ser un “instrumento de cuidado y de competencia colectiva”, originando valores y dis-valores, estigmas y huellas que van a quedar para siempre en la memoria, produciendo conductas y acciones que favorecerán – o no – a las personas en su adultez.
Recordemos, a modo de ejemplo, las campañas de despiojización, y cómo debían llevar el cabello las niñas (recogido en una cola de caballo o rodete) y los varones (cortado al ras de la nuca), las uñas limpias y prolijas, más las campañas de vacunación infantil y tantas otras. Así como también las clases de gimnasia donde el cuerpo era quién se destacaba por las destrezas o ponía de manifiesto las torpezas grabando a fuego aquello que nos resultaba difícil de realizar, cuánto nos costaba movernos, correr, saltar, y ser “las/os más veloces”, “los/as más aptos/as” y/o “los/as mejores”.
Actualmente se llevan a cabo campañas para que los niños, niñas y adolescentes se cepillen adecuadamente los dientes y para propiciar el lavado de manos a fin de evitar contagios (lo que me parece excelente), pero que no deja de ser una intromisión de otros/as extraños en los cuerpos de los/as estudiantes.
Hago este análisis bastante minucioso para demostrar cómo la escuela es parte del proceso de socialización e influye sobre el cuerpo desde el momento que interviene directamente sobre él y hasta cuándo “formamos una fila”, en hilera, unos/as detrás de otros/as, mujeres con mujeres, varones con varones. Desde pequeños/as estamos siendo programados para acostumbrarnos o habituarnos a que el “control estatal”   (representado acá por la escuela) o “los otros/as” se apropien de nuestro cuerpo, lo dominen y controlen mediante la persuasión o el deber, siendo sobre exigidos y obligados/as (de alguna manera) a mantenerlo en estado aceptable, limpio, prolijo para evitar enfermedades, contagios y complicaciones, pero también para evitar que las personas  “se salgan del molde” y adopten un comportamiento diferente, para impedir que sean originales y tengan iniciativa, para excluir a quiénes piensan diferente y potenciar la imposible homogeneidad y cómo, además, según sean o no sean, tengan o no tengan, hagan o no hagan, ocupen tal lugar o no lo ocupen, se va formando y con- formando la imagen y percepción de la propia identidad corporal. Y lo que resulta y resultará de allí. Y cómo más adelante, durante la vida adulta lograrán ocupar o no los sitios, obtendrán o no los beneficios, serán “pobres y sencillos/as” y/o “ricos/as y altaneros/as” y/o “tímidos/as y sobrios/as” y/o “audaces y excelentes” y tantos otras posibles formas de ubicarse en el mundo, según hayan sido formados/as y con- formada la propia identidad de género, de raza, de clase, de sexualidad, pero muy especialmente, de “normalidad”. 
“… Lo primero, que refiere estrictamente a un significado descriptivo (lo insólito, lo desacostumbrado, lo poco frecuente, lo no masivo, lo diferenciado, lo singular) se tomó lo segundo, adquiriendo un significado normativo (que refiere a la adecuación a un valor, a la desviación: lo inaceptable socialmente, lo no permitido, lo que genera desorden y atenta contra la estabilidad, lo desajustado, lo improductivo, lo no competitivo)…” Kipen y Vallejos, 2009 Pág. 132)(2)

Es necesario detenerse (a veces) y observar cómo las personas ocupan los lugares en el denominado “espacio público”: cómo transitan por las veredas, dónde se sientan en las plazas, cómo se instalan en las mesas de los bares (por nombrar sólo algunos sitios) y notarán que lo hacen de forma diferente según sean mujeres, varones, con discapacidad, de piel negra, gays, lesbianas, personas trans, etc
Todas estas ideas, paradigmas y costumbres que se transmiten y se graban firmemente  durante nuestra niñez y adolescencia conforman un sistema de creencias que impide el crecimiento equilibrado de todos y todas. Que impide a los varones, por tener un cuerpo “de varón” expresar sus sentimientos, llorar, emocionarse. Que imposibilita a las mujeres, por tener un “cuerpo de mujer” demostrar fuerza física, capacidad para el mando y ser activas. Que contribuye y hasta se puede afirmar que promueve, que los varones se expresen de manera violenta y que estas conductas violentas sean aceptadas socialmente. Que favorece para que las mujeres se conduzcan de manera sumisa y obediente, aceptando las conductas agresivas de los varones “naturalmente” porque “tienen demasiada testosterona”. Que promueve hábitos conductuales que tanto varones como mujeres desarrollarán en su vida de adultos/as, por los cuáles ellos serán los encargados de proveer a las familias, y si no pueden cumplir con el rol de “varón proveedor”, se desanimarán y serán descalificados, llamados “vagos, necios y/o haraganes” llevando estas descalificaciones y desvalorizaciones a convertir a las personas de sexo y género masculino en seres deprimidos, sólo por que no cumplen con el “ideal de rol” para el cuál han sido formados. Y que contribuirá a que las mujeres cumplan determinados roles, aceptando y respetando la “división sexual del trabajo”, su invisibilización y la desvalorización de las tareas que realizan, además de tener mínimos reconocimientos y percibir haberes menores por igual tarea en ámbitos laborales. Y tantas otras conductas y comportamientos que se verán favorecidos por estas ideas que se han ido consolidando con el paso del tiempo y con la espléndida ayuda de los medios de comunicación que día a día los reiteran en sus publicidades, series, películas, novelas y revistas de actualidad.
Es necesario mencionar aquí también a los “mensajes subliminales” que día a día, aviso tras aviso llenan nuestras mentes y emociones sobre lo que es “ideal”: el cuerpo “ideal”, la cara “ideal”, el cabello “ideal”, transmitiendo a nuestras niñas, niños y adolescentes, modelos acerca de cómo hay que ser para “ser feliz”, cuánto peso, altura y medidas hay que tener, promoviendo de esta manera la aparición de la bulimia y la anorexia, dos “enfermedades” mentales causadas por esta intromisión de otros/as extraños (y no tanto, a veces) en nuestros cuerpos, a través de mensajes subliminales (o no) que transmiten ideas, modelos y pautas acerca de un “ideal” generalmente difícil de lograr.
(…) Estamos acostumbrados a vernos con los ojos de los/as demás, es decir, creamos nuestra imagen a partir de los comentarios de la gente, como nos ven, qué piensan de nosotros/as, etc. Cuando nos desarrollamos teniendo como referencia el mundo material, por lo general nuestro cuerpo físico es lo más valioso para nosotros, pero es encauzado a la vanidad, a la hermosura, a nuestro aspecto observado de un modo frívolo. La importancia que nuestra sociedad le da al comercio, a las marcas y a la moda nos conduce a que, lejos de amar esta “preciosa máquina” llena de inteligencia y perfección terminemos por no aceptarnos y peor aún, nos despreciemos hasta causarnos daños a nosotras/os mismas/os.  Intentamos alterar nuestro aspecto y nuestro organismo sometiéndonos a agresiones, como pueden ser: el ingerir “preparados” para bajar de peso, interminables horas de ejercicio, cirugías plásticas, nos fastidia nuestra estatura, la coloración de nuestros ojos y vivimos elogiando ¡la belleza de las/os demás!… (Silvia Valori, Curso de autoconocimiento y desarrollo personal, 2003) (3)

Proceso de construcción de la discapacidad
El proceso de construcción de la discapacidad es, tal vez un poco más complejo para explicarlo, aunque se puede decir que intervienen los mismos agentes socializadores: familias, escuelas, iglesias, medios de comunicación, a los que se suma la “comunidad médica” con fuertes parámetros “normalizadores” y “de curación”, quiénes se unen en un “complot generalizado” para que la discapacidad sea vista, percibida, pensada y tratada como un “déficit individual”, como un faltante en la salud o de determinadas condiciones corporales, sensoriales y/o mentales que permitirán rotular (o no) a la persona como “normal” o “anormal”, “defectuosa” y/o “malformada”. Es una construcción que admite que en nuestra mente se instalen ideas acerca de cómo deben ser los cuerpos y qué deben hacer, sentir y comprender de manera “normal” los cuerpos. Y el ser educados/as así nos trae como consecuencia que en la adultez (comienza en la niñez, prosigue en la adolescencia, pero se afianza en la adultez) no vamos a dar cuenta ni a respetar otras maneras de hacer, de andar, de comprender, de ver, de oír, otras maneras de tantas cosas, viendo, pensando y percibiendo a la “discapacidad” o a la “diversidad funcional” como producto de un “faltante” en el cuerpo de la persona, tratando a éstas personas como enfermas y “discapacitadas” (El prefijo “dis” lo deja muy claro en nuestro entender: “que algo les falta” y/o “que algo no tienen”) como si fueran seres inferiores, subordinándolos, sometiéndolos a tratamientos y condiciones de vida indignos, sólo porque sus cuerpos no responden al “ideal” o la “norma” que hemos internalizado por medio de la educación falaz que hemos recibido.
“… La nominación y aparición de cuerpos abyectos (en el sentido con el que son considerados por Judith Butler), y en consecuencia de los cuerpos que “importan”, es tanto una estrategia de saber/poder como el acontecimiento concreto de la toma de poder por parte de cuerpos razonables e inteligibles que van a detentar el privilegio de la nominación/dominación de otros cuerpos. Argumentando sobre las normas regulatorias y la repetición por la cual los cuerpos se definen, Butler (2002) plantea que: “Si se comprende la restricción como restricción constitutiva, aun es posible formular la siguiente pregunta crítica: ¿cómo tales restricciones producen, no sólo el terreno de los cuerpos inteligibles, sino también un dominio de cuerpos impensables, abyectos, invisibles (Butler, Judith, “Cuerpos que importan” Pág.14)(4)

Tomo esta cita para preguntarme cómo la restricción de la que ella habla se constituye en gran parte por la mirada, y cómo el régimen visual o escópico opera en la producción de cuerpos abyectos. Estoy haciendo una analogía entre los planteos de Butler, sobre las relaciones entre género y sexo y su concepción de la performatividad como proceso que posibilita la normatividad y la implantación de los ideales regulatorios, con la discapacidad con la constitución del cuerpo discapacitado…”
“Tanto indios como mujeres como discapacitados, en tanto cuerpos oprimidos, relaciones de poder corporizadas pueden considerarse dentro de un proceso múltiple de abyección, por el modo en que la mirada o la visión los espacializa y dispone…”(Raúl Díaz, “Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina”, Pág. 34) (5)

Sólo es válido para nuestra comprensión aquello que se nos ha enseñado como “la normalidad”. Todo lo que no encaja, lo que no se puede ajustar al “ideal” es considerado inútil, discapacitado, inválido, enfermo y abyecto, ocultado y excluido, llevado a las márgenes, o al fondo, para no verlo, ni darle un lugar en el Mundo, con la idea que la misma exclusión a que se los somete acabe o termine con ellos.
 “… Resultará interesante ver la conformación de hospitales, asilos, escuelas, prisiones, y el sistema de cloacas construidos a partir de fines del siglo XIX para mandar abajo lo abyecto y tenerlo bajo control…” (Raúl Díaz, “Debates y Perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina, Págs., 35, 36)(5)

Subrayo la palabra “control” deliberadamente para destacar que en torno a estas construcciones impera, de manera disimulada, la imperiosa necesidad de dominación y control sobre los cuerpos (y en definitiva, de las personas). ¿Qué es sino, entonces, el haber ocultado por tanto tiempo los derechos sexuales a los que tenemos acceso? ¿Y que, sin embargo y aún hoy son relativamente pocos/as quiénes los conocen y disfrutan? ¿Por qué aún con leyes que los respaldan sólo llegan a ciertas clases sociales y personas? ¿Por qué todavía hoy, tenemos una sociedad donde hablar de sexo es tema tabú, y provoca vergüenza y resistencia, como si mencionáramos algo tenebroso y pecaminoso (y que además nadie practica)?
Sin embargo, vemos y escuchamos en la televisión o en la radio todo el día hablar de sexo, sin ruborizarnos ni avergonzarnos… Y no sólo escuchamos hablar de sexo, casi se puede decir que la televisión muestra sexo implícito sólo que con gente “vestida a medias” cubierta con telas transparentes y trajes bien ajustados. Y nadie se sonroja por ello: pero cuando se trata de hablar del propio cuerpo, de nuestras prácticas y de nuestras relaciones sexuales, la mayoría de las personas se muestran ambiguas y tímidas. Y no importa el nivel educativo alcanzado. He notado, durante el desarrollo de las clases que he dado sobre Educación Sexual Integral (ESI) con el equipo del Ministerio de Educación de la Nación, que a mayor educación existen mayores prejuicios y mitos al hablar de sexualidad, de género y del cuerpo.
Un apartado especial merecen las ideas impuestas sobre la “buena salud”, o lo que constituye “la buena salud”, aquello que tenemos que conservar y desear poseer por siempre, en definitiva y en pocas palabras “el eterno vigor” y “la eterna juventud” que nos son suministradas en raciones generosas a lo largo de toda nuestra vida. Creamos de esta manera un ideal de belleza y juventud imposible de mantener para la mayoría de las personas, un ideal de cuerpo al que pocos tendrán la dicha (o no) de poseer, un ideal de personas, que caminan, saltan, corren, oyen, ven, sienten, comprenden según nuestro real entender de cómo “debe ser” y cómo es “lo normal”. Y cuándo el cuerpo comienza a declinar, por el paso de los años, en lugar de aceptarlo, cuidarlo, quererlo y respetarlo más, comenzamos a pensar cómo lo podemos “mejorar”, recurriendo a costosas operaciones quirúrgicas para eliminar las adiposidades, y estirarlo, alargarlo, enflaquecerlo y/o engrosarlo (esto último es lo menos frecuente)
Y todas aquellas personas que, por ser de baja estatura, o por que no ven, o no oyen, o no caminan y usan silla de ruedas o caminan con un bastón, y/o tienen dificultades de comprensión, son “mentalmente desechadas”, son metidas dentro de una “caja mental” de “anormalidad” o “defectuosidad”, pensando de esta forma que la “discapacidad” está en el interior del individuo/a, para dar validez a un “modelo médico” de enfermedad, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación en el cuál la “discapacidad” ocurre dentro de la persona, dónde ni el entorno, el medio, el hábitat ni las ayudas técnicas y personales tienen participación para crear o para lograr superar las condiciones “discapacitantes”.
El proceso que he mencionado forma parte de un “proceso de discapacitación o de  discapacitud” – y así como existe el “proceso de negritud”, en el cuál las personas que tienen piel negra, ya de pequeñas, son colocadas en un lugar mental de subordinación y subvaloración dentro del imaginario colectivo, sólo por tener la piel negra y esto se establece, subliminalmente y no tanto, internamente, en ellas mismas así como también en y dentro de la mente de los niños y niñas que se forman mediante paradigmas de desigualdad y discriminación hacia personas de piel negra – De la misma manera, el proceso de “discapacitud”, interviene activamente para que las personas sean instaladas en un lugar mental (que luego se manifiesta dentro de la sociedad) de desvalorización y demérito, y que es reservado sólo para quiénes no tienen un cuerpo “normal” ni responden a “la norma” y por ese motivo, son consideradas “inhábiles”, “incapacitadas” o “discapacitadas”.
  Se puede afirmar también y sin lugar a dudas, que mediante este proceso la “discapacidad” o “diversidad funcional” envuelve a la persona en un “halo negativo” que contribuye a que las demás se comporten de manera diferente o bien a que la ignoren, o bien a que quieran/traten de ayudarla sin consultarla previamente, por que este “halo” perturba e incomoda de alguna manera, ya que conjuga los miedos más ocultos y revela la negación de los seres humanos a reconocerse como pasibles de enfermedad, de dolor y de transitoriedad por este mundo que es lo que, en definitiva, presuponen inconscientemente cuando ven y/o se relacionan con una persona con discapacidad. Ya que sigue existiendo el preconcepto acerca de que tener discapacidad es sinónimo de tener enfermedad, angustia y dolor constantes.
Sin embargo, es posible contribuir a erradicar este tipo de conductas, visibilizando e informando clara y meticulosamente, partiendo de un modelo en el cuál la discapacidad no es interna, no es de la persona, como se viene desarrollando y analizando en este trabajo, sino que es externa, que está fuera de la persona y es la sociedad la discapacitada, la que discrimina y establece qué es “lo normal” y qué es lo “anormal”, basándose en un sistema de normas y conductas que se instauraron en el siglo XIX y que, inexplicablemente, (o no tanto, porque el mercado neoliberal contribuye notablemente para mantener las desigualdades) permanecen aún en el siglo XXI.
Para aclarar un poco más lo que vengo expresando, se puede afirmar que quien más discapacita a las personas, quién crea las condiciones para que la “discapacidad” se manifieste y se exprese crudamente inhabilitando a quiénes la tienen, es el “entorno discapacitante”, es la sociedad con sus barreras físicas, actitudinales, mentales, simbólicas, arquitectónicas. Es la mente de las personas que ha sido marcada fuertemente con ideas- barreras desde su infancia, lo que permite luego que estas barreras se manifiesten en forma de escalones, escaleras, pendientes difíciles de transitar, así como folletos, programas, revistas, libros a los que no tendrán acceso las personas con discapacidad, por que no  serán traducidos a lenguajes alternativos y/o aumentativos, y por el gran desconocimiento del lenguaje de señas que tiene la mayoría de los/as habitantes, cosa que se podría subsanar, de manera cierta si el lenguaje de señas fuera una materia más dentro de las que recibimos en la escuela primaria. Y también el lenguaje Braille. Por citar sólo dos formas de ir corrigiendo lo que nos falta para lograr la verdadera inclusión en todos los ámbitos sociales. Y además, por que creo  que ya es tiempo de relacionarse con los métodos facilitadores que permiten la inclusión de las personas y con la “discapacidad” desde la más temprana infancia para que en nuestro entender, sea “normal” ser “diferente” y admitir que “ser diferente” no es motivo para ser tratado con inequidad, es decir, “de la diferencia no puede ni debe derivarse la “desigualdad”.
La accesibilidad actitudinal (o conductual), el buen trato sin distinciones, el comportamiento espontáneo y natural hacia las personas con discapacidad son condiciones indispensables para lograr la inclusión en igualdad y con equidad.
Según la definición de la OMS: “La discapacidad es el resultado de la interacción entre una determinada condición de salud, el entorno y las ayudas técnicas o personales a las que se tiene acceso”
A modo de ejemplo podemos afirmar que no tiene la misma discapacidad (ni el mismo grado de participación en la vida pública y privada): una mujer que usa silla de ruedas, vive en el campo, no tiene automóvil ni conduce, no posee celular ni teléfono ni Internet, que no trabaja ni estudia y reside en una casa que no tiene veredas en el contorno, sobre calles de tierra; que una mujer que usa silla de ruedas ultraliviana y de última generación, vive en la ciudad con calles de asfalto, tiene una casa adaptada a su condición, veredas en buen estado y rampas con pendientes adecuadas, que sabe conducir y maneja su propio automóvil, que tiene celular, teléfono, Internet, un trabajo decente y remunerado, que estudia e interactúa socialmente con compañeros/as, amigos, amigas y familiares y cuenta con una persona que le hace las tareas domésticas y la asiste. Si bien son dos mujeres con casi idéntica condición física, la “discapacidad”  (resultante del entorno en el que residen y las ayudas técnicas y personales a las que tienen acceso), no es la misma. Por eso se puede afirmar que la “discapacidad” (o lo que, debido a las barreras, “no puede hacer” una persona) es una construcción social y está directamente relacionada con el entorno.
Se viene construyendo (y aquí voy a referirme a la arquitectura) de tal manera que el entorno discapacita, por que quiénes diseñan –así como todos y todas quiénes nos hemos educado en este sistema – poseen/mos “barreras mentales” firmemente arraigadas que no nos permiten pensar, diseñar y construir de otra forma y de tal manera  que todo lo podamos usar todos y todas, más allá de la condición física, sensorial y/o mental.
Se piensa, diseña y construye todavía pensando en gente “normal” según nuestra “normalidad” aprendida. Según lo que nos han enseñado que es “lo normal”. Y estas  “normas” fueron implementadas en el siglo XVIII por hombres, de sexo masculino, de mediana edad, europeos, blancos y sin discapacidades! y continuamos rigiéndonos por ellas en cuanto a medidas, pesos, alturas y otras valoraciones!
“… Sin embargo, este estar “afuera” de ciertas prácticas e instituciones supone, a la vez, ser incluido en otras prácticas sociales y otros circuitos institucionales (instituciones de rehabilitación, escuelas especiales, talleres protegidos, etc.) destinados a la corrección normalizadora (prácticas caritativas y asistenciales, tutelas, educación especial, rehabilitación, trabajo protegido, etc.)…” Kipen y Vallejos, 2009: 137-138) (6)

Este proceso de construcción de la discapacidad favorece a un “Estado padre protector” que posibilita que existan “discapacitados/as” para financiar programas de ayuda y amparo, que casi siempre benefician más a quiénes no tienen discapacidad que a quiénes la tienen. En América Latina – y en Argentina – es mucho el dinero que se invierte para reparar, rehabilitar, brindar educación especial y proteger a las personas con discapacidad. Y que sólo llega a un determinado número de personas y de determinadas clases sociales. Y siempre deja a un gran número de ciudadanos/as con discapacidad fuera y lejos del beneficio que efectivamente podrían darle estas “ayudas” y la caridad estatal.
 “…No hay discapacidad sin Estado, o sea que la discapacidad no existe por fuera de los dispositivos normativos estatales de regulación del acceso a los beneficios derivados de las clasificaciones arbitrarias que el mismo produce. La discapacidad no existe como tal por “fuera” de su enunciación en un “diagnóstico” médico. No hay discapacidad por fuera del discurso de la normalización. La discapacidad es un dispositivo “estatal” de control de los cuerpos…”Alfonsina Angelino, “Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina”, Pág. 35. (7)

 La discapacidad como objeto de análisis de la sociología (Silvia Mirta Valori. “Cuerpo y emociones. Cuerpo y discapacidad”) (8)
(…) “Es interesante reflexionar que cuando hablamos de “discapacidad” estamos hablando de personas. Nos tiene que quedar grabado que al decir “discapacidad” nos estamos refiriendo a personas. Y, la mayoría de las veces, cuando se aborda un análisis y se quiere llegar a una conclusión, no aparecen las personas con discapacidad sino que, en su lugar, se presentan (y las “representan”) las Instituciones “benefactoras” que “trabajan para” o “trabajan por” las personas con discapacidad.
La peor de las preguntas posibles que nos podemos formular es ¿qué es la discapacidad? Este querer desentrañar “qué es la discapacidad” elude la cuestión de fondo. Ya que “lo que es” la discapacidad depende de lo que colectivamente definamos “qué es la discapacidad”. Si preguntamos por el qué, por la sustancia, pretendemos que “la discapacidad” sea un estado inamovible del ser. Y no lo es. Se puede plantear un análisis desde dos planos diferentes: el de superficie (teórica – sociológica) y el análisis profundo.                                                                                     
Hasta la fecha el mundo ha funcionado sin tomar en cuenta y sin incluir a las personas con discapacidad.
El análisis de superficie perseguirá develar los trasfondos en los que se asienta la dominación a través de la negación sistemática de los derechos humanos.
La condición actual del colectivo de personas con discapacidad presenta una negación de sus derechos humanos, la que se asienta y tiene un trasfondo en una teoría mercantilista por la cuál una persona vale o tiene capacidad según lo que puede o no puede hacer, en términos productivos y en lo que se refiere al trabajo remunerado.
Además está el modelo científico (modelo médico), que es quién relaciona discapacidad con enfermedad, en el que “la discapacidad” se convierte en un anomalía, un defecto fisiológico que va a llevar a que las personas que la tienen les será mucho más difícil vivir en la sociedad y que, cuando más se acerquen a la “cura” o “la normalidad” más derechos y reconocimientos obtendrán, así como también “la felicidad y la alegría de vivir”.
Se puede afirmar que de verdad existe una singularidad fisiológica a la que el sistema capitalista la convierte en inutilidad. Así como también que existen políticas de Discapacitación: las personas improductivas son inútiles para el sistema, y por ello son apartadas. Por ese motivo, se crean e instituyen tratamientos de Rehabilitación, para lograr la rectificación en la búsqueda de la “normalidad”.
En el sistema actual, cuanto más se acerca una persona con discapacidad a la “normalidad”, más derechos va adquiriendo. A mayor discapacidad, mayor es la vulneración y violación de los derechos. Existe un modelo jerárquico de relaciones, donde quién no tiene discapacidad se considera superior a aquellas personas que la tienen. Y esto opera a nivel subconsciente.
Es en el análisis en profundidad donde va a intervenir el cuerpo. 
Y también deberá intervenir la sociología crítica para contribuir con la de – construcción de esas lógicas de dominación.
El habitus crea cuerpos “socialmente discapacitados” con la propia connivencia de las personas portadoras de esos cuerpos. Las definiciones ortodoxas de “normalidad” condenan a esos cuerpos a la exclusión social.
Se puede establecer aquí también una comparación con la teoría de género: en América Latina y casi se puede afirmar que en el mundo entero, las acciones son evaluadas de manera diferente si quién las ejecuta es un cuerpo de hombre o un cuerpo de mujer. Se “califica” – por así decirlo – de manera diferente a alguien que,  por ejemplo, tiene amantes: si es un varón, se pensará/dirá de él que es “un galán” o “un seductor” (evaluación positiva de un acto que realiza una persona), en cambio, si es una mujer quién lo hace se dirá de ella que es “una mujer fácil” o “una loca/prostituta/calentona” o cosas peores aún (evaluación negativa de un acto que realiza una persona).
Lo mismo ocurre con el cuerpo de las personas con discapacidad, el atributo físico que las convierte en “diferentes” hace que sus acciones sean evaluadas de manera diferencial y, la mayoría de las veces, en forma negativa.
Si es una persona con discapacidad que trabaja por concientizar y sensibilizar acerca de los derechos, se pensará de él/ella: que trata de obtener beneficios por su condición para conseguir prestigio y dinero, que es una “aprovechadora” y que “por algo lo hace”. Si es una persona con discapacidad y no trabaja por la concientización sobre los derechos, y ha alcanzado un nivel de vida digno con prestigio social, se dirá de el/ella que no hace nada para mejorar las condiciones del colectivo de la discapacidad  porque no le importa el tema ni la afecta, como si no fuera “discapacitada”.
La capacidad de dictaminar qué es “lo correcto” y qué es “lo no correcto” es arbitraria y proviene de quién ejerce el poder.
Se supone que la “imperfección” proviene de un “defecto fisiológico”. Existe un habitus que “condena” a las personas con discapacidad a ocupar el lugar que otros/as definen (…) (Silvia Mirta Valori, Cuerpo y emociones. Cuerpo y discapacidad, 2007) (8)

Mujer y Discapacidad

 “…La regla básica en todas las relaciones sociales y en el mundo político es que: “lo que cada miembro/a de la sociedad no haga por sí mismo/a por medio de un esfuerzo sistemático de organización y superación, no será hecho por ningún/ a otro/a…” (9)

Las mujeres con discapacidad son vistas y percibidas aún hoy como personas asexuadas y consideradas “medio mujeres” o “no mujeres”.
Ser mujer y tener una discapacidad son dos características que, aliadas, aumentan la exclusión, el desempleo, la falta de educación, el maltrato y la violencia. Las mujeres con discapacidad soportan una doble o múltiple discriminación, la que sumada a la invisibilización a la que están sometidas dificultan y, en la mayoría de los casos, imposibilitan su inclusión en los diferentes ámbitos. (“Cuadernillo de Género y Discapacidad”, Consejo Nacional de la Mujer, 2007) (10)

El cuerpo, que sigue siendo la representación simbólica de “la madre” para el género femenino, depositario de ideas acerca de lo que es “fecundo” y “sano” es quién determina en gran parte esta apreciación, ya que en el imaginario colectivo “no pueden” ser madres, ni esposas, ni novias ni amantes, primera condición para ser considerada “mujer” por que ese cuerpo no responde –por lo general – a la mitología popular de “cómo debe ser” el cuerpo de una mujer, para ser considerada “apta para…” ser novia, amante, esposa, ama de casa, pero más específicamente, madre.
A las mujeres con discapacidad la sexualidad les es negada o relativizada ya sea por que “pueden quedar embarazadas” (sometiéndolas a esterilizaciones sin su consentimiento en algunas instituciones) y además por que, si efectivamente quedan embarazadas “qué van a hacer con el niño o niña, cómo lo/a van a criar y tantos interrogantes más”.  Son consideradas niñas eternas e infantilizadas tanto en las relaciones familiares como en el imaginario social.
No se piensa en ellas como destinatarias de programas de salud sexual y reproductiva. Y las relaciones sexuales y de amor, por placer también les son negadas (en el imaginario colectivo), por que un cuerpo que no cumple con el ideal de “belleza” en nuestras sociedades no puede, no debe ni se le permite tener sexo ni amor por placer.
“… Día tras día, en todo el mundo, los derechos humanos de las mujeres están en juego, pero no por razones biológicas, sino actitudinales, culturales y sociales, siendo precisamente las mujeres con discapacidad algunas de las más afectadas por tener que hacer frente a múltiples barreras que le dificultan la consecución de objetivos de vida considerados como esenciales.
La comunidad internacional ha reconocido la doble discriminación que soportan las mujeres con discapacidad las cuáles están discriminadas respecto a la población general, a los hombres con discapacidad y a las mujeres sin discapacidad.
Los datos estadísticos reflejan una realidad en la que muchas personas, por ser mujeres y tener discapacidad, tienen escasas posibilidades de desempeñar un trabajo digno, viven con una pensión mínima, recluidas en el hogar cuidando a otros miembros de la familia y sin reconocimiento, consideradas con una visión infantilizadora y victimista como personas incapaces. Todo ello las hace más susceptibles de sufrir malos tratos psicológicos y físicos…” (Blanco Engido, Encarnación. “Mujer y discapacidad”, 2003) (11)

Los Derechos sexuales son ignorados por la mayoría de las mujeres con discapacidad. Podemos afirmar que existe un Derecho cuando es conocido por la comunidad, cuando es aceptado por ésta y cuando hay normativa que lo respalda. Sin embargo, un importante número de mujeres con discapacidad tienen vedado por completo este conocimiento y más aún, la posibilidad de hacerlo valer. Si bien la ley sobre salud sexual y reproductiva, la ley de educación sexual integral y otras han venido a llenar ese vacío legal, aún nos falta pensar y sancionar una ley y realizar acciones para que, de alguna manera, se llene el vacío total que hoy soportan las mujeres que tienen discapacidad y, que no tienen acceso (por ejemplo y para enumerar sólo algunos faltantes) a material informativo sobre salud sexual y reproductiva editado en Braille, a los videos con lenguaje de señas e imágenes explicativas para personas sordas, a camillas ginecológicas accesibles y al acceso libre y autónomamente a la salud en general, y muy específicamente, por su condición de mujeres que pueden quedar embarazadas y ser madres, a los cuidados y la atención de la salud sexual.
Las mujeres con discapacidad tienen, entre tantos derechos que no son respetados, derecho a vivir su sexualidad y a expresarla de todas las maneras posibles.

Sexualidad y derechos
La sexualidad es una de las formas que tenemos de relacionarnos con el mundo.
En el año 2000 la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) definieron “El término “sexualidad” se refiere a una dimensión fundamental del hecho de ser humano (…) Se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales, éticos y religiosos o espirituales (…) En resumen, la sexualidad se practica y se expresa en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos” (12)

Sexualidad implica mucho más que genitalidad y relación sexual. Se encuentra estrechamente ligada con lo emocional y afectivo, con el respeto y con el cuidado de nosotros/as y de los/as otros/as. También se relaciona con ideas y preconceptos muy arraigados y estereotipados que se han ido formando e introduciendo en nuestras prácticas y costumbres mediante la socialización y el proceso de sexuación. Aún hoy, en  el imaginario colectivo ni siquiera se concibe que las personas con discapacidad tengan sexo.
Por lo general, las personas – más allá de que tengan o no discapacidad – no conocen (ni ejercen, en consecuencia), sus derechos sexuales que forman parte y son un componente esencial de los Derechos Humanos Universales. Tampoco saben que estos derechos son inalienables y que el Estado debe garantizar su cumplimiento.
Educar a las personas con discapacidad en sexualidad, no sólo es necesario, sino que es imprescindible para lograr afianzar la equidad y la igualdad que estamos buscando y proclamando y que respalda completamente la Convención Internacional sobre los Derechos de las personas con discapacidad  que ha sido ratificada por Argentina en el año 2008 mediante Ley Nacional 26378.
La Educación Sexual Integral, con sus Cuadernillos, Láminas y Folletos viene a llenar un vacío en la Educación en cuanto a lo qué es género, diversidad,  valores, nos enseña a respetar y a querer nuestro cuerpo, a cuidarnos, a cuidar y respetar a las demás personas; viene a ayudarnos, en definitiva, a transitar un camino que hace mucho tendríamos que haber comenzado a transitar, el del respeto y la valoración de nosotros/as y de los/as otros/as las personaserlos, a conocer sobre planificacis, relaciones de poder corporizadas pueden considerarse dentro, el de la búsqueda de la solidaridad y el bien común, conociendo nuestros derechos y cumpliendo con las obligaciones que cada derecho crea.
Una sociedad educada según los valores que imperan en los Cuadernillos de la ESI, en el respeto a la diversidad, a las personas con discapacidad y a todas las personas, más allá de etnias, religiones, apariencia física, géneros, diversidades sexuales, etc., será una sociedad donde el bienestar de todos y todas será lo principal. Una sociedad que estamos comenzando a formar, al conocer nuestros derechos sexuales y al trabajar por que la Educación Sexual Integral sea respetada, promovida y enseñada en todos los ámbitos y niveles educativos y para que las personas con discapacidad estén incluidas transversalmente en los materiales didácticos, para visibilizarlas y lograr la verdadera inclusión, sin ámbitos formativos “especiales” donde se separa a los niños, niñas y adolescentes y, de esta manera se enseña y aprende a discriminar, a apartar a quién no encaja en “la norma”.

Para hablar de sexualidad, de género, de discapacidad dentro del respeto al hogar y a la familia debo remitirme a los Artículos de la Convención sobre los Derechos de las personas con discapacidad: al Artículo 6 – Mujeres con discapacidad; Artículo 8 – Toma de conciencia; Artículo 19 – Derecho a vivir de forma independiente y a ser incluido/a en la comunidad y Artículo 23 – Respeto del hogar y de la familia y al leer  tales artículos podemos darnos cuenta que hoy, y ya en pleno siglo XXI, debemos, tenemos, necesitamos implementar el cambio de paradigmas en discapacidad para que las personas que la tienen no sigan siendo discriminadas, segregadas, subvaloradas, para que puedan formar una familia, tener hijos/as, los/as que deseen dentro de un marco de respeto a la intimidad y acceso a la información en formatos accesibles y con discursos y textos acordes al nivel de comprensión de cada uno/a. Para que las personas con diversidad funcional no sigan siendo infantilizadas ni consideradas ángeles, así como tampoco demonios y mucho menos que “Dios los castigó” y “por eso están así”.
Terrible, fuerte y estigmatizante pensamiento que hemos heredado de las religiones y que es preciso desterrar.

Conclusiones
El concepto de GÉNERO permite:
Conocer sobre las relaciones entre mujeres y varones y su posición en la sociedad.
Reconocer las relaciones de desigualdad.
Detectar las condiciones que generan violencia contra las mujeres.
Analizar la importancia del proceso de socialización.
La naturaleza y la cultura, el sexo y el género
Sexo: se refiere a las características biológicas que traemos al nacer y que nos definen como un macho o una hembra. El sexo pertenece al orden de la naturaleza;
Género: es una construcción social, un producto de la cultura que establece qué es lo propio del varón y de la mujer, y de las relaciones entre ambos. Y esto se va aprendiendo y asimilando a través del proceso de socialización.
Perspectiva de género: qué es
Es una herramienta de análisis que nos permite esclarecer las relaciones entre hombres y mujeres cuyas características sobresalientes son la asimetría y la desigualdad, en las que se ubica a las mujeres en posición subordinada y donde las prácticas y proyectos femeninos son subvalorados o valorados negativamente.
Concepto de Discapacidad
La discapacidad es el resultado de la interacción que se produce entre una persona que tiene una determinada condición de salud, las barreras del entorno y las ayudas técnicas y personales a los que tiene acceso.
Discapacidad:
El término Discapacidad se refiere a las barreras físicas, actitudinales, arquitectónicas, comunicacionales, etc, etc, etc, que cotidianamente “se les pone” a las personas con diversidad funcional y que les dificultan el ser y el sentirse incluidas en la sociedad
Discapacidad: Qué es y Qué significa
Discapacidad es transitar los mismos caminos que todos y todas, a veces con más dificultades, a veces con otras dificultades, y a veces sin dificultades…
Discapacidad es una manera u otra forma más de vivir
Discapacidad: Qué no es y Qué no significa
La Discapacidad No es una enfermedad.
Tener Discapacidad No significa padecer angustia Ni sufrimientos constantes
Discapacidad: modelos de interpretación
Modelo médico: concibe a la discapacidad como enfermedad y clasifica a las personas, según grados y clases de disfuncionalidad, estableciendo parámetros de normalidad y de capacidad.
Somete a las personas a la medicalización, rehabilitación y a tecnologías médicas, promoviendo su dependencia y desvalorizando sus potencialidades.
La discapacidad se ubica en el interior de la persona.
Modelo Social: (reglamentado y legalizado por la Convención Internacional sobre los Derechos de las personas con discapacidad que Argentina ratificó mediante Ley Nacional Nº 26.378)
Concibe a la discapacidad como una temática socio – cultural; es la sociedad la que define y discrimina “al diferente” (o a “la diferente”)
Reconoce a las personas como sujetos de derechos: en este paradigma prima la autonomía, la búsqueda del empoderamiento, del protagonismo y la no victimización de las personas.
Se coloca la discapacidad en el exterior de la persona; es la sociedad con sus barreras físicas, arquitectónicas, actitudinales y del entorno la que discapacita. Existe una responsabilidad conjunta para evitar la vulneración de los derechos y promover la incorporación de las personas con discapacidad en igualdad de condiciones a todas las demás.
Doble (o múltiple) discriminación: por género y por discapacidad
Ser mujer y tener discapacidad significa soportar una doble y a veces múltiple discriminación; si a estas dos condiciones le sumamos: ser pobre, pertenecer a determinada etnia, vivir en zonas rurales, etc.

Propuestas:

“Para pensar de manera diferente a la “discapacidad” y al género, no sólo hay que cambiar las reglas del juego, sino el juego mismo” (Silvia Mirta Valori. Cuerpo y emociones – Cuerpo y discapacidad) (13)

No solo hacen falta leyes, sino que hace falta un cambio, una transformación cultural profunda para erradicar prácticas, ideas, costumbres, construcciones y mitos sobre el cuerpo, la sexualidad y las mujeres con discapacidad.
Las niñas, niños y adolescentes que hoy reciben la Educación sexual integral formarán las familias del mañana. Serán los padres, madres, tías, tíos, etc., y reproducirán lo que hoy se enseña en las escuelas. Por eso creo firmemente que es necesario transversalizar cuanto antes la temática en todos los Cuadernillos, folletos y láminas de la ESI, de manera tal que las personas con discapacidad estén representadas gráficamente y en los textos. Y que no se separe a los y las Docentes que reciben la información de los/as Talleristas, brindándoles una Educación sexual integral “especial”. Si bien hay situaciones específicas que requieren tratamiento y conocimiento adicional, las maestras, tienen que ser preparadas todas de la misma forma, todas deben conocer la temática discapacidad y el nuevo modelo social y de derechos. Y aquellas que desean cumplir con la función de ser “maestras integradoras” tienen que recibir más información y conocimientos sobre algunas de las diversidades funcionales que requieren educación específica, ya sea por los lenguajes alternativos y aumentativos que se utilizarán, por el lenguaje fácil, por la lengua de señas y/o el Braille o por otros motivos.
La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con discapacidad, ratificada por Argentina mediante Ley Nacional 26378 en el año 2008 es absolutamente clara al respecto, sobre la educación para las personas con discapacidad. Allí se establece que deben ser incluidas en todos los programas y planes de estudio, sin distinciones, así como también que la educación debe ser una sola, para todos y todas. No enseñar a discriminar, sino enseñar a valorar, dignificar y respetar la diferencia, porque las sociedades se construyen y mantienen con el aporte de todos y todas, mujeres, varones e intergéneros, de personas con y sin discapacidad.

Creo, como mujer y como persona con discapacidad que vive de manera independiente, que he estado durante casi 30 años casada, que tengo un hijo y una nieta, simbolizar y además  representar cabalmente lo que he escrito y por eso es que, con más énfasis aún, solicito,  exhorto, impulso a todas las personas, con y sin discapacidad a colaborar para que quiénes lo deseen puedan vivir dentro de un modelo de autonomía y respeto por la intimidad, por el amor, por la sexualidad, por los proyectos y por la vida independiente de todas las personas que tienen diversidades funcionales por que, al fin y al cabo: son sus vidas, son sus cuerpos. Son nuestras vidas, son nuestros cuerpos!
Que así sea depende también del compromiso de cada uno de nosotros/as. De cada uno y de cada una de ustedes, que representan, en definitiva a la Sociedad. Y que son quiénes pueden, por el lugar en el que están y trabajan, colaborar exitosamente para instalar estos cambios de paradigmas.






Bibliografía consultada y citada
(1)   EMILIA MORENO, “Currículo oculto de Género. La transmisión de modelos sexistas en la escuela”, Pág. 63 y (1) Urruzola, 1996, citado en “La transmisión de modelos sexistas en la escuela”, Página 74.
(2) KIPEN Y VALLEJOS, 2009; Pag. 132. Citado en “Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina”, Raúl Díaz, Página 35.
(3)   SILVIA MIRTA VALORI, “Curso de autoconocimiento y desarrollo personal”, 2003, Página 5.
(4)  BUTLER JUDITH, “Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, 2002.
(5)   MARÍA EUGENIA ALMEIDA y MARÍA A. ANGELINO (Compiladoras) “Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en ACA Latina” 2012.  Citado en “Discapacidad y mirada colonial. Reflexiones desde perspectivas feministas y descoloniales”, Raúl Díaz, pagina 27.
(6)   KIPEN Y VALLEJOS, 2009; Págs. 137-138. Citado en “Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en ACA Latina” 2012. “Discapacidad y mirada colonial. Reflexiones desde perspectivas feministas y descoloniales”, Raúl Díaz, Pág. 38.
(7)   ALFONSINA ANGELINO, Citado en “Discapacidad y mirada colonial. Reflexiones desde perspectivas feministas y descoloniales” Raúl Díaz, Pág. 35.
(8)   y (13) SILVIA MIRTA VALORI, “Cuerpo y emociones. Cuerpo y discapacidad” Análisis sobre la disertación del Profesor Miguel Ferreira de la Universidad Complutense de Madrid en el Instituto de Investigaciones Dino Germani, Buenos Aires, 2007.
(9)   CASTRO, JORGE. “El poder debe ser una construcción deliberada”. Manual del Seminario sobre Políticas Públicas de Igualdad de Oportunidades entre varones y mujeres. Buenos Aires, 1999.
(10) Cuadernillo de Género y Discapacidad. Serie Cuadernillos del Consejo Nacional de la Mujer - Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, elaborado por el Equipo Interinstitucional de Género y Discapacidad, 2007.
(11) BLANCO ENGIDO, Encarnación. Mesa Redonda “Mujer, discapacidad y justicia”. I Congreso Internacional sobre Mujer y Discapacidad. Valencia, España, 2003.
(12) Educación Sexual Integral para la Educación Secundaria. Serie Cuadernillos de ESI, Pag. 11, “A qué llamamos sexualidad”

“Reunión de Consulta sobre Salud Sexual, convocada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con la Asociación Mundial para la Salud Sexual, que se realizó del 19 al 22 de Mayo de 2000 en Antigua, Guatemala”.